A finales de mayo el centro de Seúl, en Corea del Sur, acogió una imagen histórica: 12.000 mujeres gritaron enfurecidas al unísono, a pleno pulmón, en contra de la pornografía difundida y grabada con cámaras ocultas que las captan en los baños públicos, en las escaleras mecánicas o mientras pasean tranquilamente por la calle