Con cientos de camas en cuarteles militares y la habilitación como hospitales de un enorme centro de convenciones y un autódromo donde se corre el famoso Fórmula Uno, México amplió su sistema de salud para evitar un colapso por el coronavirus al irse anticipando la llegada al pico de contagios a la capital.
En la populosa Ciudad de México, el epicentro local de la pandemia con casi 39,000 casos detectados -una cuarta parte del total nacional-, un 70% de las poco más de 6,500 camas para pacientes contagiados se encontraban ocupadas esta semana en los hospitales públicos, según cifras de la Secretaría de Salud.
En una metrópoli con casi nueve millones de habitantes y que inició el lunes su proceso de reactivación de labores en la fase más crítica de contagios, la disponibilidad rondaba las 1,200 camas para enfermos menos graves y había alrededor de 750 unidades con ventilador para pacientes de cuidados intensivos.
Tratando de evitar un desbordamiento, el Ejército mexicano, conocido por sus labores de asistencia a la población en terremotos y huracanes, ha acondicionado tres cuarteles para dotar de más de 400 camas extra a la ciudad, que hasta ahora acumula más de 4,000 decesos por el nuevo coronavirus.
“Esta contingencia sanitaria, finalmente es una especie de desastre natural”, dijo el teniente coronel Raúl Sandoval, quien está a cargo de uno de esos hospitales provisionales, erigido en los dormitorios de una unidad en el poniente de la ciudad.
La Secretaría de Marina también habilitó Centros de Aislamiento Voluntario en el sur y en el oriente de la ciudad para dar albergue a aquellos casos positivos con síntomas leves.
Con casi 160,000 casos confirmados y más de 19,000 muertes relacionadas con el virus en el país, las autoridades pronostican que en los próximos días la curva de la epidemia podría alcanzar su punto más alto, lo que según expertos derivaría un incremento en la demanda de los servicios de salud.
Como parte de los esfuerzos, en abril se puso en marcha un hospital temporal con más 200 camas dentro un enorme centro de exposiciones y otra unidad similar comenzó a operar un mes después en un autódromo donde suelen celebrarse conciertos y la Fórmula Uno.
Y la preocupación no es menor. El gobierno dice que batalla contra la epidemia con un sistema sanitario que recibió derruido por sus antecesores con fuertes carencias de personal y equipos.
OXÍGENO AL SISTEMA SANITARIO
En un cuartel militar, un centenar de soldados fueron retirados de sus dormitorios que desde principios de mayo son el frente de batalla de decenas de pacientes de mediana gravedad, muchos de los cuales convalecen conectados a mascarillas con oxígeno suplementario.
La reconversión del espacio, atendido por más de 100 médicos, tanto civiles como militares, incluyó la instalación de aparatos de rayos X y un laboratorio para la toma de muestras.
“Tenemos capacidad para recibir todo tipo de pacientes: militares en activo, derechohabientes (de los servicios de salud) e incluso personas sin seguridad social”, agregó.
La semana pasada casi la mitad de sus 100 camas estaban ocupadas por pacientes, en su mayoría civiles, que fueron trasladados desde otros hospitales para culminar tratamientos.
“Aquí hay dos caminos”, aseguró Sandoval. “Que el paciente mejore y se vaya de alta o que llegue a tener una complicación y requiera terapia intensiva o intubación, entonces es enviado a otro lugar”.
Pero la esperanza no muere en medio del trajín diario de los médicos y las enfermeras que van y vienen con apuro entre las hileras de camas del Sexto Batallón de Morteros, vestidos con caretas de acrílico y overoles de protección.
“Gracias a Dios me siento mucho mejor”, dijo Martha Ruiz, una ama de casa de 53 años, quien fue contagiada por su esposo y desde hace dos semanas se recuperaba en el pabellón para mujeres del lugar. “Ojalá que ya pueda salir en estos días”.
Información de Reuters