Noelia Garella es la primera persona con síndrome de Down que se emplea como maestra en una escuela preescolar en Argentina.
Además, es una de las pocas en el mundo.
Ella tiene estudiantes de dos y tres años que la escuchan, obedecen y aprenden de “la Noe”, como le llaman en la escuela Jeromito.
“Esto me encanta. Desde que soy chica siempre soñé con ser maestra porque me gustan los niños”, contó la mujer que consiguió un título en educación preescolar en Córdoba, en 2007.
Desde hace cuatro años, Noelia se encarga del programa de estimulación temprana a la lectura para el grupo Capullitos. Este año, se encuentra entusiasmada porque bajo su tutela hay un pequeño con el mismo síndrome.
“¡Ay, es hermoso cuando nace alguien como yo!”, dice entusiasmada la maestra de 31 años.
Sin embargo, no todo fue tan sencillo para Garella. Con el trabajo diario, se ganó la empatía y simpatía de sus colegas; pero la comunidad de padres de familia e incluso del alcalde tenían sus dudas.
“Con el tiempo, esa gente acompañó la iniciativa de sumar a Noe como docente”, recordó Alejandra Senestrari, ex directora de Jeromito y actual supervisora de preescolares municipales en Córdoba.
Ahora, sus compañeros de trabajo dicen que es “una experiencia única en el equipo”, ya que la integración de Garella es una enseñanza de vida tanto para ellos como para los estudiantes.
“Con los niños siempre me siento bien, sus padres me adoran y las otras maestras y directoras que he tenido son unas divinas. Yo lo que quiero es lean, que escuche, porque en la sociedad hay que escuchar”, subrayó la maestra.
Los padres de Noelia recuerdan que desde muy pequeña había sufrido casos de discriminación debido al síndrome.
“Cuando nació Noelia, nuestra primera hija, el médico me dijo: ‘Tengo una mala noticia que darle’. Enseguida pregunté si había muerto y me respondió: ‘no señor, peor, es Down’…”, relata Delfor Garella, padre de Noelia.
Incluso ella recuerda que la directora de una escuela de preescolar rechazó tenerla en clases porque “aquí señores, monstruos no, síndromes de Down no”.
“Esa maestra para mí es como el cuento que les leo a los chicos: un monstruo triste, que no entiende nada y se equivoca. En cambio, yo soy el monstruo feliz”, asegura.
Sin duda, este es un gran ejemplo de integración de una persona que no se limita solo por el síndrome de Down, sino que se impulsa para seguir su vida como cualquier otro lo hiciera: libre.
Con información de AFP
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