A finales de enero, la pequeña Makenzie Góngora, de 9 años, había comenzado con síntomas de COVID-19, “tenía síntomas leves, dolor de cabeza, dolor de estómago y temperatura alta”, dijo la madre a medios locales; por lo que, de inmediato, la mujer y el esposo fueron por su hija a la escuela para llevarla a realizarse la prueba, ese mismo día, recibieron la dura noticia, Makenzie era positiva a COVID-19.
Apenas habían pasado 72 horas de la prueba realizada a la niña que cursaba el cuarto año en “Primaria Evelyn Scarborough”, de San Antonio, Texas, cuando se vino lo peor: la niña murió acostada en su cama.
“Parecía que seguía durmiendo (…) Mi hermana acababa de ponerle cómoda y más tarde esa noche, ella fue a verla y notó que había fallecido mientras dormía”, dijo la tía de la niña, quien también aseguró a medios que su sobrina no tenía ninguna otro tipo de enfermedad.
“No entendemos que fue lo que pasó, siempre nos han dicho que los niños se recuperan de esto muy fácilmente”, agregó.
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