En un contexto tenso producto de la guerra tarifaria y de la decisión de reunirse con el líder norcoreano, Kim Jong-un, Trump agravó la crisis de su gabinete destituyendo repentinamente al secretario de Estado, Rex Tillerson. En su lugar nombró al director de la CIA, el halcón Mike Pompeo, y éste será reemplazado por la polémica Gina Haspel, fuertemente criticada por supervisar las terribles torturas practicadas en la cárcel secreta de Tailandia. Ambos puestos deberán ser confirmados por el Senado.
La destitución de Tillerson da cuenta de la grave crisis que ha gestado el mandatario norteamericano dentro de su equipo original, deshaciéndose del sector moderado. Pompeo, sobre quien ahora recae la estrategia diplomática con Corea del Norte, es un viejo conocido del presidente. Antiguo congresista republicano, a ambos les unen una ideología conservadora y unos modales francos incluso despiadados. Fiel defensor de la línea dura, Pompeo, que en su día recomendó a Tillerson, ha ido ganado peso en la Casa Blanca. Su claridad expositiva y su división del mundo en amigos y enemigos es muy apreciada por el presidente.
Con información de El País
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