Un adagio mal interpretado afirma que en China la palabra “crisis” está conformada por dos caracteres. Uno significa “peligro”, pero el otro representa “oportunidad”. Claro, cuando los occidentales queremos adaptar aspectos de la cultura oriental terminamos desvirtuándolos (si no me creen acuérdense de todos esos sushis que preparamos con carne asada y mayonesa), pero esto no quiere decir que las grandes crisis no incluyan una dosis de buena fortuna para los pocos individuos capaces de aprovechar el caos reinante.
Esta premisa es la esencia de ‘La Gran Apuesta’ (‘The Big Short’, d. Adam McKay), una película llena de tediosas discusiones sobre hipotecas, complicados esquemas de préstamos, intensas reflexiones sobre los mercados globales y una colección de individuos desagradables, ventajosos, antisociales, desalmados y vulgares que nos guían por dichos tortuosos senderos. Ah, también es probable que sea la cinta más inteligente, divertida, emocionante y trascendente del año, al menos en términos de explicar por qué la desigualdad económica del mundo es un juego donde ni el árbitro sabe qué está pasando.
La historia es adaptada de un libro de Michael Lewis, ese autor que glorificó el análisis estadístico en el béisbol como base para el filme ‘El Juego de la Fortuna’ (‘Moneyball’, d. Bennett Miller). En esta ocasión Lewis se enfoca en el colapso inmobiliario que sacudió a los EEUU en el 2008, y que terminó repercutiendo en una crisis macroeconómica capaz de hundir financieramente a países enteros. No es una trama fácil ni condescendiente, sino que se desenvuelve como una farsa de enredos, cuya peculiaridad es que se desarrolló en la realidad y sus efectos aún se sienten en la época actual.
Contar un embrollo de este tamaño requiere de un elenco sólido, que aquí hace acto de presencia. Comenzamos con Christian Bale como el Dr. Michael Burry, el excéntrico líder de una firma de inversionistas que detecta una tremenda anomalía en el mercado inmobiliario norteamericano: básicamente está sostenido sobre una precaria base de préstamos otorgados sin ton ni son a individuos que no deberían estar adquiriendo propiedades sin regulaciones efectivas de por medio. Burry determina que esta burbuja está a punto de romperse, así que decide forzar la crisis invirtiendo cientos de millones de dólares para precipitar los eventos y sacar una jugosa tajada a raíz del desplome financiero. Básicamente le “apuesta” a los grandes bancos que no van a poder pagarle lo que él invierta.
¿Maquiavélico? Sin duda. Pero Burry es un tipo de naturaleza peculiar. Aprovecha el hecho de poseer un ojo de vidrio para desconcertar a sus interlocutores e incomodarlos constantemente, pues el hacer tratos con gente que tiene la guardia baja siempre obrará en su ventaja. Se encierra en su oficina escuchando música de Metallica a todo volumen, vestido como alguien que está a punto de tomarse la tarde para practicar surf. Es apenas tolerado por sus empleados y colegas, pero esto le viene bien. Él vive para hacer dinero aprovechando fallas en el sistema, y en esta ocasión está dispuesto a tragarse toda clase de insultos y dudas sobre su capacidad con tal de demostrar que tiene la razón.
En el otro punto del espectro en lo que a apariencia personal toca tenemos a Jared Vennett (Ryan Gosling), el prototípico yuppie que trabaja como corredor de bolsa y descubre el patrón de transacciones de Burry, percatándose de que debe imitar esa riesgosa maniobra para embolsarse varios millones de dólares en medio de la desgracia generalizada. Vennett nos sirve a veces de narrador y guía, rompiendo ocasionalmente la “cuarta pared” para tranquilizar al público mientras nos explica que es perfectamente normal el “aburrirse” con tantas cifras y porcentajes, pues los financieros cuentan con nuestra falta de interés para cometer sus atropellos más graves.
Una llamada a un número equivocado realizada por Vennett nos conecta con un tercer implicado, el neurótico y desdeñoso Mark Baum. Él tiene una firma de inversiones donde emplea a otros cínicos que simpatizan con su visión oscura y pesimista del mundo, forjada tras lidiar con un desfile interminable de ignorantes, déspotas y corruptos individuos… pero trabajando con ellos pues alguien tiene que hacerlo. La filosofía de Baum es cautivadora pues sabe que se desenvuelve en un mundo nefasto, construido a base de engaños y verdades ocultas, donde “los malos” suelen salir triunfantes mientras las clases media y baja terminan asumiendo el costo. Sin embargo su lugar en esta maquinaria sigue siendo necesario, así que termina vendiendo cada día un poco más de su humanidad en aras de forjarse un patrimonio económico.
El guion provee un elemento de conciencia en la persona de Ben Rickert (Brad Pitt) un genio retirado del mercado de bonos que sirve como guía para un par de jóvenes inversionistas interesados en sacar su tajada de la crisis venidera. Rickert se apartó de Wall Street al hartarse de los dilemas éticos y la frialdad con la que los bancos tratan a las personas “al reducirlas a números”, y es muy claro al reflejar la realidad de las crisis globales: terminan con economías, fondos de retiro, ahorros familiares e incluso con las vidas de muchos afectados. Resulta increíble hacer descubrimientos de esta magnitud en una película que es, en esencia, una comedia. Sin embargo la sobriedad con la que se aborda un tema que, visto a la distancia, rayó en lo absurdo hasta en el momento de “hallar culpables”, es una gran recompensa en medio del dolor provocado por una dura realidad.
El punto donde ‘La Gran Apuesta’ brilla intensamente es en la presentación de la crisis bajo un momento histórico específico. El director McKay, famoso por comedias absurdistas como ‘Ricky Bobby: Loco por la Velocidad’ y ’Anchorman’, echa mano de una edición vertiginosa que combina imágenes históricas, comerciales, videos virales, éxitos musicales y hasta viñetas ilustrativas realizadas por celebridades completamente ajenas al mundo de las finanzas. ¿No entiendes cómo funcionan los préstamos hipotecarios de alto riesgo? Aquí está la escultural actriz Margot Robbie en un baño de burbujas para explicártelo de la manera más sencilla. ¿Obligaciones en deudas colateralizadas? El chef Anthony Bourdain las ejemplifica con una sopa de pescado. Y así, aplicando el sarcasmo de la manera más eficaz, vamos armando las piezas del complicado rompecabezas económico.
‘La Gran Apuesta’ no sólo es un escaparate magnífico para sus actores y para el diálogo vertiginoso de su brillante guion, sino que nos llega en el oportuno momento de otra gran crisis global, ahora desencadenada en China. Quizá te parezca irónico sentarte a ver una película que celebra el hecho de que un puñado de cínicos se hayan enriquecido a raíz de que millones de personas perdieron sus casas… justo cuando nuestro peso es golpeado sin piedad por el dólar americano, con consecuencias que apenas vamos a empezar a sentir en el transcurso del 2016. Pese a todo es difícil hallar un filme más vigente y honesto con respecto a nuestra irresponsabilidad financiera y dependencia consumista. Así que por favor, ten la paciencia de analizarla a fondo y de dejarte empapar por lo que tiene que enseñarte. Ya sabes, si se complica mucho siempre puedes esperar a que una famosa cantante pop te lo explique con peras y manzanas.
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He dirigido revistas como Men'™s Health, ESPN Deportes y SOBeFiT, pero mi pasión es ver, analizar, diseccionar, eviscerar y disfrutar películas, tanto en el podcast Finísimos Filmes como en diversas colaboraciones y columnas. Maté a un hombre en el ring. OK, quizá no, pero sería una gran historia'¦