El descontento en Venezuela es generalizado. La crisis política que desde hace años se vive en aquel país parece fuera de contexto, de una época antigua que se vive en las penumbras. Escasez de alimentos y medicamentos, devaluación, protestas civiles, autoritarismo y nula libertad de expresión. La sociedad enfrenta su deseo de democracia contra el deseo de poder de Nicolás Maduro.
La molestia social desde la llegada de Maduro a la presidencia de Venezuela ha ido in crescendo y tras su intento fallido por eliminar los poderes de la Asamblea Nacional de su país ha provocado una de las olas de rechazo y protestas más grandes al convocar una Asamblea Constituyente con el fin de reformar la Constitución, lo que ha sido calificado por la oposición como la consumación de un golpe de Estado.
Para Maduro, la crisis política se resolvería a través de un selecto gremio (que eso sí, nadie sabe cómo se elegiría) conformado, por lo menos la mitad, de la clase obrera, las comunas, las misiones chavistas y los indígenas, que redacte una nueva carta magna que elimine la participación del poder legislativo que regula las decisiones del mandatario. En palabras de él mismo, el objetivo de la asamblea es “transformar el Estado y sobre todo, esa Asamblea Nacional podrida que está ahí”, sin importar que ésta fuera elegida por los venezolanos.
Pongámonos en contexto. La soberanía popular de Venezuela está representada de forma legítima por la Asamblea Nacional que fue elegida mediante el voto en diciembre de 2015 y en la que la oposición tiene la mayoría. Maduro ha tratado por todos los medios de privarla de su derecho y obligación de legislar, por lo que ahora busca suprimirla, anulando y pisoteando a voluntad la Constitución.
Maduro que ha “resuelto” la crisis económica a su modo siguiendo la tradición chavista, dejando a la sociedad en carencia, dependiente del Estado proteccionista que cubre sus necesidades a medias. La dependencia económica hoy es una de las causas que inhibe la libertad de los venezolanos.
El dictador que no puede ni quiere mantener un diálogo con la oposición, sigue llamando democracia a una realidad donde suprimió la separación de poderes; en la que es responsable del hambre, la opresión y la violencia.
En lugar de liberar a los presos políticos, convocar a elecciones y dar así una salida democrática a la crisis institucional, económica y humanitaria que vive su país, Nicolás Maduro ha decidido destruir el orden constitucional y proveer a toda costa de legalidad un gobierno donde no quepan las oposiciones ni críticas a su régimen.
Venezuela vive una de las mayores crisis en América Latina, misma que amenaza con prolongarse y fractura al pueblo que engañado dotó de poder a un dictador que prometió velar por el. De esta crisis debemos huir en todos los países, pues para muchos el olvido de las instituciones, el desconocimiento del voto y el engaño discursivo siguen siendo la opción para descalificar la democracia. Es mi opinión…
Licenciada en Economía por la UMSNH.
Consejera Nacional y Estatal del PAN.
Ex funcionaria pública. Orgullosa madre de familia.