Pujando que es gerundio.
—¡Puje niña, puje!, decía Ada, la comadrona que ayudaba a Natalia a dar a luz.
Tanto la partera como la parturienta estaban sudando a mares, una sufría los dolores, la otra sufría la tensión de que todo saliera bien.
— Sin miedo niña, que después del dolor no hay nada, deje que le duela, que al cabo de ahí para arriba no hay más.
Natalia tomó fuerzas, respiró profundo y pujó con todas sus fuerzas.
—¡Ya salió, ya salió, es un niño! –dijo Ada emocionada al ver al chamaco después de tanto tiempo de haber estado ayudando en el parto.
Natalia lloraba de la emoción, pero sentía que se iba a desmayar del cansancio.
— Bendito Dios, que ya terminó –jadeó la nueva madre.
Ada no dijo nada, sobó la panza de la mujer mientras cerraba los ojos, así como buscando algo.
— Ya decía yo.
—¿Qué pasó?, ¿se le quedó algo adentro? –preguntó Santa, la hija de Ada, quien también era su ayudanta y estaba aprendiendo el oficio de su mamá.
— Pos sí que se quedó algo… otro chamaco.
Santa nomás peló los ojos y vio el rostro de Natalia que no podía creer lo que escuchaba.
— Pos ora si mija, a pujar de nuevo, dale la mano Santa, y tú no te apures –dijo viendo de nuevo a Natalia- que al cabo ya te sabes el caminito.
Pocos minutos después, salió el otro bebé, bueno, la bebé, una hermosa niña.
Mientras Ada acomodaba y daba los últimos cuidados a la mamá y arreglaba los ombligos de los recién nacidos, Santa, su hija los recibía para limpiarlos y envolverlos en cobijitas.
Marcos, el papá esperaba afuera del cuarto impaciente, en la sala lo acompañaban tres amigos, uno de sus primos y su papá, mientras que en la cocina estaba su mamá acompañada de la suegra, de Marcos, sus dos cuñadas y dos amigas de la nueva madre.
Se escuchó que estaban intentando abrir la puerta, las pláticas se interrumpieron y todos se voltearon a ver entre todos, luego, la puerta se abrió y Doña Ada salió, Marcos, corrió presuroso y se acercó a la Doña.
—¿Qué fue Doña Ada?, ¿niño o niña? –preguntó Marcos.
— Si, contestó riendo Doña Ada.
—¿Sí?, ¿si qué? –preguntó de nuevo un confundido Marcos.
— Que sí, las dos cosas.
— A ver Doña, ¿fue niño o niña?
— Las dos cosas Marcos, las dos cosas, tu mujer te dio dos hermosos bebés, una niña y un niño, ándale, pásale mijo para que veas que chulos están.
Marcos sonrió ligera y extrañamente, luego puso los ojos en blanco y nomás se le doblaron las piernas, que si no ha sido por Agustín el primo al que apodaban “El grandote”, seguro que se habría descalabrado la cabeza después del desmayo después de la noticia.
Estos son como los pingüinos…
Cuando yo conocí a Daniel y Daniela ellos estaban en la secundaria, ya iban a pasar a la prepa, ya andaban con que se querían ir a estudiar a Saltillo y se iban a quedar en casa de una tía.
— Abuela, ¿por qué los pingüinos siempre andarán juntos?
—¿Los pingüinos?, pos no se… ¿pos onde has visto tu pingüinos?
— Ay abuela, por Daniel y Daniela, los gemelos.
—¿Pingüinos, y por qué les dices así?
— No, si no les digo yo así, así les dicen todos, que porque son como los pingüinos, los pastelitos que venden en la tienda.
—¿Y eso que tiene que ver con ellos?
— Pos, porque vienen dos en cada bolsita, así como ellos.
— Pos que chistocitos –dijo la abuela intentando no reír-
—¿Entonces abuela?
—¿Entonces qué?
—¿Por qué siempre andan juntos los gemelos?
— Pos otros gemelos no sé, pero en estos hay un cariño muy especial, se quieren tanto, y así han sido desde pequeñitos.
—¿En serio?
— Pos tú dirás, mira que dijo Ada, la partera que cuando los hermanitos nacieron y los puso uno al lado de otro, lo primero que hicieron fue tomarse de la mano y luego se abrazaron.
—¿En serio?
— Pos pregúntale a Santa, ella estaba ahí.
— Santa, ¿la partera?
— Esa misma, la mamá de ella era Ada, la que les enseñó todo lo que sabe de ser comadrona.
—¿Y por qué a veces viene gemelos abuela?
— A lo mejor es porque los dos tenían ganas de llegar primero o al mismo tiempo
—¿A poco los bebés deciden cuando llegar?
— Y no solo eso mijo, los hijos siempre eligen a sus padres, así que es labor de los padres no decepcionarlos, no fallarles, porque ellos, los hijos, antes de nacer tienen esperanzas en los padres que eligieron.
En ese momento, pensé que era cierto, no pude haber elegido mejores padres y mejor abuela que tenía, que me habían tocado… o que yo había elegido..
Por partida doble, por doble partida.
Finalmente, los dos hermanos para seguir con sus estudios, se fueron a vivir a Saltillo a casa de una tía, la carrera que ambos eligieron estaba allá y gracias a sus calificaciones, habían obtenido una beca completa.
—¡Qué orgullosos se han de sentir, y por partida doble! –dijo el director de la prepa cuando les dio la noticia a los papás de los gemelos.
— No cabemos de la alegría, dijo Natalia, la orgullosa madre.
— Serán los primeros de ambas familias que lleguen hasta arriba, que tengan una carrera, que tengan las oportunidades que nosotros no tuvimos –exclamó Marcos, el papá con lágrimas en los ojos.
Llovía la mañana que los gemelos se fueron, cuando el autobús partió, ambos abrieron la ventanilla para despedirse de sus padres, amigos y familiares, luego cerraron la ventanilla.
—¡Dios me los bendiga! –dijo Natalia para después romper en llanto y terminar en el hombro de su esposo quien contempló el autobús hasta perderlo de vista.
Si bien Saltillo estaba a unas tres horas (dependiendo de la pata del chofer), Natalia y Marcos no se podían dar el lujo de estar yendo a visitar a sus hijos, menos traerlos, preferían mandar ese dinero para la manutención y las necesidades de los estudiantes.
— Hay que hacer el esfuerzo viejo, es para que sean gente de bien… ¿verdad que estamos haciendo las cosas bien?
— Si mi chula, que sea todo por ellos, para ellos –le decía un complaciente Marcos-
Marcos y Natalia iban cada fin de semana a la farmacia del pueblo a esperar la llamada telefónica de sus hijos, en sus conversaciones, los muchachos platicaban a sus papás que iban con las mejores calificaciones en la escuela y que ambos estaban en el cuadro de honor desde los primeros exámenes.
—¿Y cómo pa cuando los vamos a ver, cuándo tienen vacaciones? –preguntaba Natalia cada semana que se hablaban.
— Pronto mamita chula- le decía Daniela- salimos en vacaciones de navidad, y apenas terminamos los exámenes nos vamos con ustedes.
—¡Extraño mucho su comida má! –gritaba por el otro lado de la línea Daniel-
Y como suele pasar, el papá mero espectador, esperaba a que al final de la conversación le mandaran un saludo.
Los días, las semanas, los meses pasaron y la fecha tan esperada se estaba acercando por lo que los padres comenzaron a ver lo del regreso de los hijos.
— Marcos, hay que mandarles un giro telegráfico a los muchachos, digo, para que vayan comprando los boletos para que vengan.
—¿No es muy temprano?, mira que todavía me falta un piquito –cuestionó Marcos-
— Vamos a pedirle prestado a Don Chuy, el de la tienda, al cabo que te tiene mucha estima.
— Pos por eso no quiero molestarlo.
— Ándale Marcos, mire que se lo pido con harto cariño mi viejo chulo.
Hay dos maneras en las que “jala” un hombre, la primera es molesto y refunfuñando y la segunda es motivado por la mirada y la dulzura de la mujer que ama, y esa sin duda es la que mejor funciona.
Una tarde llegó un telegrama que hizo que Natalia aventara un descomunal grito.
—¡Viejo, viejo, los muchachos llegan mañana!… ¡mira! –dijo mostrándole el telegrama que decía:
“Mamá, llegamos mañana al medio día, tía Edelmira y tío Raúl nos lleven en su coche, también quiere ir al rancho, nosotros pagamos gasolina”.
Marcos abrazó a su mujer y le dijo:
—¡Hágase unas tortillas de harina para mañana, que yo consigo el puerco para hacer un asado rojo picosito para darles la bienvenida!
No podía haber momento más feliz para la pareja, por fin volver a sus hijos, era como esperarlos aquel día en que nacieron.
Al día siguiente, Natalia y marcos estaban más que desesperados, Marcos desesperado iba y venía, Natalia apagó el asado que tenía a fuego lento para que no se fuera a enfriar.
— Marcos, ¿qué habrá pasado? Dijeron que al medio día y ya son casi las dos de la tarde.
— Tranquila mujer, que se les pudo haber hecho tarde, dos horas no son nada.
— No sé, algo me dice que algo no está bien.
Faltaban veinte minutos para las tres de la tarde cuando Natalia le dijo a su esposo:
— Marcos, llévame al entronque, ahí donde se paran los camiones, en la pasada de la carretera.
—¿Para qué mujer?
— Marcos, por favor, llévame, te lo suplico.
Marcos tomó las llaves de su vieja y destartalada camioneta que usaba para las labores del campo y llevó a su mujer.
Cuando llegaron al lugar, se dieron cuenta de que sucedía algo inusual, en el área donde llegaban los camiones foráneos, estaban dos patrullas de la Policía Federal de Caminos, Natalia sintió que la sangre se le iba a los pies.
— Marcos, ¡Dale donde están los Federales! –gritó desesperada.
Marcos sin pensarlo dos veces y sin cuestionar, giró y se dirigió al lugar.
No se había detenido del todo la marcha de la camioneta, cuando Natalia ya tenía la puerta abierta y enseguida bajó para salir corriendo con los agentes.
—¿Qué pasó, por favor señores, qué fue lo que sucedió?
—¡Calma señora, tranquila! –dijo uno de los Federales.
—¿Busca a alguien señora? –dijo otro con voz más tranquila, y quien aparentemente era el jefe de los otros.
—¿Por qué están aquí?, ¡dígame por favor!
El comandante contestó más por inercia ante la insistencia de la mujer.
— Estamos esperando a los bomberos y una grúa, porque hubo un accidente adelante y…
—¿Dónde, dónde fue el accidente?, ¡mis bebés venían para acá, tenían que haber llegado hace dos horas!
—¿Sus bebés, venían sus bebés en carretera? ¿Con quién?
— Disculpe a mi esposa comandante –dijo Marcos- estamos esperando a mis hijos, una jovencita y un jovencito, venían de Saltillo en el coche de sus tíos.
— Entonces… ¿eran dos adultos y una pareja de adolescentes?
— Si Señor –contestó marcos que abrazaba a su esposa.
—¡Martínez, Andrade! –gritó el comandante.
—¡A sus órdenes Señor! – dijeron dos de los agentes.
— Lleven a esta pareja al lugar del accidente, ¡pero ya!
Natalia sintió que se le hacía un hueco en el estómago, quería vomitar del miedo, la cabeza le daba vueltas, de inmediato ambos padres subieron a la parte posterior de la patrulla.
Diez kilómetros antes de llegar al rancho, estaba un accidente, un tráiler se había impactado frente a un automóvil Ford Galaxie 500, Marcos y Natalia se bajaron de la patrulla y salieron corriendo al lugar, ahí estaban otros federales y socorristas de la Cruz Roja quienes vieron como la mujer corría fuera de sí con las manos en la cabeza, intentaron detenerla, fue inútil, pues se escabulló y llegó hasta el coche destrozado.
Solo se escuchó el grito desgarrador de la madre al ver a sus hijos, a sus bebés.
Dijo la abuela Licha que la partera platicó que cuando Daniel y Daniela nacieron, lo primero que hicieron fue tomarse de la mano y luego se abrazaron, y así los encontró su mamá por última vez, abrazados.
¡ Hasta la próxima semana !
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Me gusta la comida de la Abuela Licha, pero no sus bastonazos. #MiAbuelaEsMiTroll
Eterno admirador de las mujeres y de mi vecinita que acá entre nos, se parece a Salmita Hayek.
Hablo latín, latón y lámina acanalada.
Me invitaron a la última película de Quentin Tarantino pero no traía para la entrada, además no me gusta la sangre, por eso mejor me fui a comprar unos tacos de tripitas.
Si esperas encontrar alguien que escriba bien y bonito, ya te fregaste...yo no'más cuento historias.