Ya que ayer fue Día del padre, le pedí a la psicoanalista Sandra Vargas (sandralvargas@gmail.com) que nos escribiera sobre la función del papá, pues un tema que forma parte de los cursos que da a Padres y madres de familia. Leamos, pues.
¿Qué pasa con un hombre cuando se convierte en papá? Si la maternidad y todo lo que ésta conlleva es aún, en algunos aspectos, un tema tabú, lo que sucede con los hombres es terreno casi inexplorado. Las razones pueden ser muchas: una sociedad patriarcal y machista, donde la crianza ha sido delegada a la mujer; el hecho de que el hombre no experimente cambios físicos y hormonales de la misma forma en la que lo hace una mujer; la falsa creencia de que los hombres no están conectados con sus emociones. El hecho es que, hasta 1970, únicamente 5% de los artículos publicados en la rama psicoanalítica y psicológica eran dedicados a lo que sucede con los hombres al volverse papás.
En el escenario más común, al lado de una mujer que se vuelve mamá hay también un hombre que se está convirtiendo en padre. Algunos aspectos serán similares y otros tantos diferentes, pero en esta transformación los hombres han sido olvidados. A lo largo ya de cuatro décadas los hombres han ido cambiando su rol como papás, de uno fundamentalmente tradicional a otro más igualitario, pero ¿cómo se manejan estos cambios?
La mayoría de los padres ven el rol de proveedor como el aspecto central de su paternidad; tarea que se vuelve cada día más complicada en un mundo consumista. Mis padres nunca se preguntaron la marca de la carriola que iban a comprar; es más ¿comprar? heredaron la de la vecina. Hoy queremos LA MEJOR carriola, con llantas de alta tracción, resistente pero ligera, que se compacte y sea fácil de cargar, cómoda, con asiento reclinable y cinturones de seguridad de alta tecnología. Y así como sucede con la carriola, pasa con un sin fin de artículos para el bebé y/o los niños.
El hecho de que un hombre –por la razón que sea– no pueda ser proveedor afecta severamente su confianza en ser un “buen padre” y, aunque no lo exprese, se llena de frustración, tristeza y una fuerte sensación de fracaso.
En este punto me parece importante recordar que existen diferentes estilos de parentalidad, desde el más tradicional hasta el más igualitario, y ninguno es mejor que el otro. El modelo tradicional, que ha predominado por siglos –aunque nos dé escozor a nosotras, mujeres modernas– es en el cual papá es considerado el proveedor principal, incluso si mamá trabaja y gana más. Hay que ser honestos, llevamos esta fórmula arraigada hasta los huesos: a pesar de querer un estilo de crianza más igualitario, nos cuesta mucho trabajo romper con prejuicios y aceptar –o incluso tolerar– que un papá no trabaje, gane menos y/o se dedique al cuidado exclusivo de los niños
Al mismo tiempo que buscamos un modelo tradicional, también queremos un estilo más igualitario, en el que podamos compartir la crianza y donde papá esté más presente, se involucre más. Pero ¿qué demonios significa esto? La verdad es que, en un principio, nadie lo tiene del todo claro. Se asume que ser más igualitario significa que uno haga las mismas cosas que haría y cómo las haría el otro; algo así como “para ser padre, uno tiene que ser una madre”; pero esto, en definitiva, es imposible. Lo ideal es que las funciones puedan ser intercambiables; que se respeten las diferentes formas de aproximarse y hacer las cosas. ¿Para qué queremos clones de nosotras mismas? Me parece que con una mamá mis hijos tienen suficiente; lo que los enriquece es, justamente, la diferencia en la relación con su papá.
Hoy, la existencia de ultrasonidos y la posibilidad de escuchar el latido del corazón del bebé antes de su nacimiento ayuda a que el hombre se sienta “papá” más rápido que antes. Es sabido que a los hombres se les facilita más la relación y el vínculo con su nuevo bebé, cuando acompañan de cerca a su mujer durante el embarazo y parto. Incluso se han visto hombres que logran una sincronía biorrítmica al estar en contacto con sus bebés desde su nacimiento, al igual que sucede con las madres. Los padres tienen el potencial de despertar estos procesos, la diferencia con la madre es que a ella las hormonas le ayudan; para el padre, es una cuestión de elección.
Aun así, muchos hombres prefieren continuar en un modelo tradicional frente a la posibilidad de moverse hacía modelos más igualitarios, ya que se sienten más cómodos en la periferia, ganándose su lugar como “buenos proveedores”, lo que les genera cierto estatus y respeto. Esto les resulta más simple, comparado con la tensión, la confusión y el estrés de tratar de ser un padre involucrado.
Finalmente, me gustaría hacer hincapié en el hecho de que los factores sociales en nada ayudan a que los hombres se involucren con su paternidad. ¿Cómo esperamos que compartan la crianza de los hijos si, para empezar, las leyes no se lo facilitan? Los hombres en México tienen derecho a una baja por paternidad con goce de sueldo tras el nacimiento de su hijo de entre cinco y quince días hábiles ¿qué se puede logar con este limitado tiempo? no mucho.
Así es: los hombres tampoco la tienen fácil en esto de volverse padres. No solo tienen que lidiar con un sinnúmero de aspectos emocionales que se remueven cuando pasan de ser hijos a padres; también está la exigencia, en el modelo tradicional, de ser proveedores a la altura, y en el modelo equitativo, de compartir la crianza; todo esto sin un sostén económico y social que lo cimiente.
No me queda más que aplaudir a los “súper-papás” quienes, a pesar de estas dificultades, encuentran la manera de hacer valer su derecho a involucrarse de una manera más cercana a la paternidad y de participar en la crianza de sus hijos, ¡bravo y felicidades en este día del padre!
Éste es un ejemplo de los temas que trabajamos en Taller para mamás. Si te interesa unirte o tienes dudas puedes escribirme a
sandralvargas@gmail.com
Psicoanalista y psicoterapeuta de adolescentes y adultos. Docente de posgrado y ex coordinadora del Doctorado de la Asociación Psicoanalítica Mexicana, por su interés en la investigación en temas relacionados al psicoanálisis. Autora de diversos escritos tanto académicos como de divulgación y dos libros: 'Mitos del Diván' y 'La compulsión de repetición: La transferencia como derivado de la pulsión de muerte en la obra de Freud.'
Coautora del libro "Misión imposible: cómo comunicarse con los adolescentes" junto con Martha Páramo Riestra de Editorial Grijalbo 2015