¡¿Por qué uno no puede estar bien?!

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El trabajo con pacientes es sorprendente porque no sólo implica la lucha contra la patología, la infelicidad, la repetición de patrones disfuncionales y dolorosos, etc. Implica también vencer las resistencias del paciente a estar bien, a disfrutar sus logros, a sentir placer, a entregarse a una relación amorosa por fin encontrada… Nos cuesta mucho trabajo estar bien.

Cuando me recibí del Doctorado me deprimí mucho. Había trabajado durante tres años arduamente para terminar el ladrillo que ahora presentaba como tesis. Culminaba una meta inmensa y de muy buena manera, con una buena tesis. Además, mis celebraciones con la familia, los amigos y los colegas estuvieron divertidas y conmovedoras ¡vaya! por fin era yo “DOCTORA”… y sin embargo no pude parar de tristear durante casi una semana.  Lo consulté con amistades que también habían logrado metas y todos me confirmaron lo mismo: “cada vez que termino una meta con éxito, me bajoneo”.

Darian Leader, psicoanalista británico, lo explica así:

“La depresión adviene cuando logramos conseguir un ideal: si el atleta por fin rompe un record mundial, un seductor que logra su conquista, la promoción que por fin llega en el trabajo… en esos momentos, nuestro deseo se nos apaga, pues hemos logrado nuestra tan esperada meta, quizás una meta que quisimos alcanzar durante años. Cuando de pronto no existe nada por conseguir sentimos un gran vacío en el centro de nuestras vidas. Esto se experimenta también al terminar exámenes de grado, obtener un título… “

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Lo veo en otras áreas también, cuando hay algo qué disfrutar y a la misma vez encontramos un motivo para no pasarla tan bien, para no disfrutar del todo.  ¡Qué manera de sabotearnos! Tengo una amiga que quiso festejar su cumpleaños haciendo una fiesta con todos sus amigos, y se le ocurrió invitar –por qué no- a su ex novio, quien tuvo a bien llevar a su flamante y exótica nueva novia que, sobra decir, le robó la estrella a mi amiga y le pudrió el festejo.

Se pretende que los pacientes dejen de estar identificados y pegoteados a sus padres, dejen atrás el discurso que se les ha impuesto y encuentren un discurso propio, independiente, único. Cada vez que un paciente va dejando atrás simbólica y literalmente a sus progenitores y avanzan hacia un estado de mayor “libertad,” dan tres pasos para atrás. Es como si dejar la patología generara culpa. “No puedo estar sano porque dejo a mi familia atrás, los abandono a su suerte, mejor regreso a estar como ellos”.

Otro asunto que no nos permite ser felices es que perdemos los beneficios de estar mal. La mujer gorda no quiere dejar de serlo porque al adelgazar se confrontará con su sexualidad, y eso le da miedo. El hombre pasivo no quiere dejar de serlo porque de esta forma la esposa se hace cargo de todo. La esposa enferma “disfruta” dolerse de su padecimiento en vez de quejarse de su esposo y su fallido matrimonio, mientras se gasta todo el dinero del señor en medicinas y consultas; excelente forma de agredirlo pasivamente.

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Me queda claro que al hombre le cuesta más trabajo der feliz que ser infeliz, pero ya seguiremos con este tema.

 

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Psicoanalista y psicoterapeuta de adolescentes y adultos. Docente de posgrado y ex coordinadora del Doctorado de la Asociación Psicoanalí­tica Mexicana, por su interés en la investigación en temas relacionados al psicoanálisis. Autora de diversos escritos tanto académicos como de divulgación y dos libros: 'Mitos del Diván' y 'La compulsión de repetición: La transferencia como derivado de la pulsión de muerte en la obra de Freud.'

Coautora del libro "Misión imposible: cómo comunicarse con los adolescentes" junto con Martha Páramo Riestra de Editorial Grijalbo 2015