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La psicoterapeuta Lorenia Yañez (loreniayanezb@gmail.com) nos da su importante aportación en este momento de crisis. Por favor leamos:
Una nueva escuela, compañeros nuevos y otros que no están, incertidumbre y miedo de que pueda volver a ocurrir, estos y otros pensamientos pudieran inundar la mente de los niños que evacuaron a tiempo el Colegio Enrique Rébsamen, una vez que se reincorporen a las actividades escolares. La cobertura dada por los medios de comunicación a los rescates en esta escuela, dirige nuestras miradas a los niños, quienes, al estar en proceso de formar su aparato de pensar, necesitan un abordaje específico para hacer frente a este tipo de desastres.
En una ocasión, al estar en sesión con un pequeño, sonó la alerta sísmica, por lo que salimos al patio, fue una falsa alarma. Víctor, me dijo que cuando alguien menciona la palabra temblor o algo relacionado, sentía que su cuerpo temblaba por dentro, tardó unos minutos para poder decir que lo que sentía era miedo. Ponerle nombre a las emociones, nos ayuda a elaborar y brinda nuevas herramientas de afrontamiento. Si los niños no encuentran las palabras apropiadas o están en el proceso de adquisición de lenguaje, funcionar como traductor es óptimo “lo que tu sientes es miedo, angustia, incertidumbre, etc.”.
En este sentido, decirle a los niños durante o después de un temblor “no tengas miedo”, niega un sentimiento que de manera natural, nos ayuda a salir de una situación de peligro. Reconocer y hablar de las emociones que se experimentan, ayudan a tramitar el impacto de lo sucedido.
A los más pequeños, difícilmente se les habrá hablado de temblores o los habrán sentido, por lo que el impacto emocional puede ser fuerte al estar frente a la incertidumbre de no saber que esta pasando. El ver a todos correr angustiados puede dar un mensaje muy claro de que se corre peligro, por lo que es importante mantener la calma.
En un primer momento, es importante evitar que los niños tengan contacto con noticias que comprendan contenido gráfico, alarmante o que pueda resultar confuso. Las noticas sobre lo ocurrido, pueden generar tensión al perder la dimensión de las cosas, por lo que los adultos deben actuar como un filtro para dar la información suficiente para mantenerlos informados sin generar confusión.
Como cualquier otra situación de la vida cotidiana, un acontecimiento de este tipo se guarda en la memoria, la diferencia radica en la cantidad de energía que un acontecimiento de este tipo representa, pues puede llegar a ser difícil de tramitar por los niños, por lo que en medida que el suceso sea elaborado de mejor manera, creará recuerdos menos dolorosos y alarmantes, es importante pues lo que guarde en la memoria, será la base para crear nuevas fantasías y elaborar en el imaginario situaciones semejantes.
Es importante escuchar las historias que los niños nos quieran platicar sobre lo sucedido: en donde estaban, con quien, que sintieron durante y después, cuantas veces sea necesario pues platicar una y otra vez de la experiencia ayuda para dar mayor significado cada vez que se cuenta, pues al elaborarlo de una mejor manera poniéndolo en palabras, se propicia la simbolización de la experiencia.
El juego es una parte esencial en el proceso de tramitar lo acontecido, pues ayuda a elaborar mentalmente las emociones pues da la oportunidad de desplegar el miedo, la incertidumbre e inseguridad, a demás de que da un sentimiento de control al actuar en activo, lo que se vivió en pasivo pues en el juego se desplaza el conflicto inconsciente.
Hay que explicarles en un lenguaje sencillo, los motivos reales de los temblores, como que la tierra se mueve de manera natural y a pesar de nuestras creencias, no dar cabida a explicaciones como castigos divinos o ajustes de cuentas con la tierra. Así mismo es importante establecer un plan de contingencia dándoles una función específica que vaya de acuerdo a su edad, con la intención de crear una certeza en su actuar en dado caso de que vuelva a ocurrir una situación similar.
Si no pasó nada a familiares y amigos, es importante reconfortar y buscar una manera de poder ayudar a los demás creando un sentimiento de solidaridad y empatía.
Si hubo alguna pérdida de manera directa, hay que hablar de lo sucedido para poder elaborar, ponerle nombre a los sentimientos, eliminar sentimientos de culpa para que pueda ser tramitado de mejor manera, proveer un ambiente seguro emocionalmente, y acompañar en el proceso de duelo.
En ambos casos, reincorporarse a las actividades es fundamental.
Por último, hay que estar al pendiente de cambios en el comportamiento de los niños y su estado emocional, pues estos nos podrían indicar una serie de síntomas que hay que tomar en cuenta como señal de alarma, en tales casos es importante acudir con un especialista.
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Psicoanalista y psicoterapeuta de adolescentes y adultos. Docente de posgrado y ex coordinadora del Doctorado de la Asociación Psicoanalítica Mexicana, por su interés en la investigación en temas relacionados al psicoanálisis. Autora de diversos escritos tanto académicos como de divulgación y dos libros: 'Mitos del Diván' y 'La compulsión de repetición: La transferencia como derivado de la pulsión de muerte en la obra de Freud.'
Coautora del libro "Misión imposible: cómo comunicarse con los adolescentes" junto con Martha Páramo Riestra de Editorial Grijalbo 2015