A continuación los dejo con un escrito del psicoterapeuta Kevin Dueñas (kevin_109735@hotmail.com). Leamos:
Cosa difícil para los padres pensar que en algún momento de la vida el tema sobre la sexualidad ocupe un lugar en las conversaciones con los hijos adolescentes, o que en las escuelas la educación sexual sea impartida a modo de uno de los temas importantes del desarrollo humano sin quitarle el toque de incomodidad que conlleva, aun así es necesario.
Pero, ¿qué podríamos pensar de la agresión?, ¿podríamos tomar este tema como fundamental en la educación? y ¿es incomodo hablar de odio y agresión?
Las complicaciones se asoman cuando pensamos a esta desde una perspectiva religiosa, pues desde este punto de vista al parecer queda prohibido expresarse con agresión hacia los padres.
En esta ocasión tratemos de girar la mirada hacia una perspectiva más en torno a la biología, algo más natural, quitándole el tono de pecado y entonces decimos que la agresión es una emoción o fuerza vital que pretende salir como muchas otras tal como lo es el amor y su resultado, la procreación. De hecho, tanto el amor como el odio llevan agresión impresa ya que esta permite que consigamos cosas tales como: comer, correr, gritar o moverte simplemente, causando un impacto en el mundo alrededor y en quienes nos rodean y convirtiéndose en un acto agresivo que toca, choca o impacta con el entorno a veces lastimando, aunque no siempre.
Déjanos explicarte esto; por ejemplo, una caricia lleva un tono agresivo porque se ha puesto una fuerza vital como el amor en un movimiento que ha tocado o impactado a alguien en el mundo; tus hijos, tu pareja o alguien cercano a ti. Otro ejemplo sería que en una discusión de palabras también se pone fuerza vital en el mundo de amor o de odio.
Es decir que para hacer el amor y para odiar se necesita del moverse, pero, además, se requiere ser un tanto agresivo. En todo acto hay agresión.
¿Quién no necesita entonces un poco de dichas emociones o fuerzas vitales para sobrevivir en el mundo día a día y además poder darles salida a través de agresión que permita el moverse en el mundo que nos rodea? Su retención o bloqueo generan movimientos dentro de nosotros a veces dejándonos en un tormento continuo, “un enojo que persiste indefinidamente”.
Abrimos una pregunta habiendo dejado claro que la agresión es vital para la expresión del odio y amor: ¿Es bueno expresar agresiones en el entorno familiar? La repuesta es un sí rotundo, desgraciadamente muchas veces el odio queda atrapado porque la expulsión a través de agresiones se omite, y es frecuente que cause espanto en los padres del adolescente por ideales sociales y religiosos, no permitiendo su expresión y aplacando la agresión verbal de maneras diversas, por ejemplo, comprando cosas materiales.
Esto no es nada extraño en la modernidad tan apresurada por adquirir-comprar a modo de que la compra-regalo calme, y se salga de control la situación por las expresiones de la emoción a través de la agresión condenada como “mala” y que llegase a afectar la estabilidad familiar y así mantenerse en un “no saber sobre las agresiones que llevan enojo”, dejando a la emoción encerrada. Otra vía es a través del sometimiento y la sumisión con frases como: “porque yo lo digo”; tanto callar la boca con soborno-regalo como inhabilitando la expresión por sometimiento y sumisión genera bloqueos para la salida de la emoción tan necesaria como dijimos en el inicio.
Asusta el asunto de las agresiones y se pretende evitarlas a toda costa, sin saber que dicha expresión es requerida y permite la separación del adolescente de la familia, así como para la salud mental de los hijos.
Por cierto, la separación es indispensable para que el joven inexperto pueda salir al mundo y buscar nuevos rumbos con las herramientas ya dadas en casa y así extender su mirada a terrenos inexplorados para poder regresar al hogar y entablar una buena relación con los padres. Es sumamente difícil dejar ir a los hijos, lo sabemos.
Pero queda una duda: ¿Cuál es la diferencia entonces, entre las agresiones que hacen bien y las que hacen daño? Existe una diferencia fundamental entre las confrontaciones entre padres e hijos que hacen bien y las que no tanto; unas permiten al adolescente separarse de su vínculo familiar de forma normal, posibilitando su búsqueda por un mundo fuera de casa y un mundo propio interno fuera de los ideales de los padres que lo independice; el otro tipo se extiende a un afecto que podríamos denominar como re-sentimiento o tormento continuo. Este no es del todo “sano”.
El bloqueo de dichas expresiones tan necesarias en el desarrollo no solo del adolescente sino también de los más pequeños genera rencor y una sensación de ser destructivos porque expresar agresión es malo o no esta permitido.
La respuesta de los padres desde el miedo que provoca la agresión suele terminar en castigos o simplemente no ser toleradas. Por decirlo de alguna manera las agresiones de los padres que hacen daño son las que condenan las agresiones de los hijos y que se caracterizan por no cumplir con la separación del adolescente del vínculo familiar, llegando a acuerdos gracias a haber expresado el enojo a través de la agresión verbal, así como las diferencias entre padres e hijos, sino que se aplaca y guarda generando actos que denominaremos por esta ocasión como vengativos.
Así se entra en una dinámica de: “Te hago ahora lo que me has hecho sin dirigirte palabra alguna”, todo esto incrementando el afecto del re-sentimiento mutuo y no permitiendo que el joven emprenda un camino fuera de casa. Si lo traducimos podríamos decir que el re-sentimiento no permite al adolescente irse de casa ya que la dinámica familiar atrapa a los padres e hijos en relaciones conflictivas como “me haces, entonces te hago”, siendo esta la cárcel perfecta para ambas partes que no pueden escapar de este tipo de relación viciosa y repetitiva.
¿Qué hacemos entonces? Estamos totalmente de acuerdo contigo en que la adolescencia es un periodo de la vida complicado, donde los hijos se revelan o se dejan ver como individuos con su propia identidad apenas naciendo y se rebelan ante los padres para separase. Quizá sea muy difícil pensar en que esa rebeldía es hasta necesaria ya que aporta a un proceso donde la identidad se esta construyendo.
La respuesta que te daremos es difícil de llevar a cabo, pero nadie dijo que ser papá es fácil, tendrás que permitir los desplantes de rebeldía, y además tolerar las agresiones con odio que son totalmente normales y permitir el re-acercamiento posterior. Pero ojo, eso no implica quedarte callado ni tolerar actitudes extremas.
Es necesario poner límites de ser ese el caso, pues es cuestión de grados porque no es lo mismo una discusión verbal a una confrontación con golpes o actos impulsivos que ponen en riesgo la integridad de la familia.
Entonces optamos por expresar y llegar al acuerdo en el que todos tengan un espacio de opiniones distintas y sean toleradas, que ninguna de las dos deja fuera a la otra, sino que caben juntas y son tomadas en cuenta, con un respectivo limite de ser necesario en casos extremos como los mencionados.
Algunas de las consecuencias serias de este bloqueo de las emociones, su expulsión y la imposibilidad de los re-acercamientos después de las confrontaciones es que a veces desembocan en conductas adictivas. ¿Cómo es eso? El adolescente, en busca de un lugar donde sentirse aceptado, explora formas para calmar sus re-sentimientos, sus remordimientos y su tormento que duelen todo el tiempo sin posibilidad de una válvula de escape.
Puede encontrar en las sustancias una vía accesible a una paz momentánea y ficticia, entre otras conductas que tienden a dañar la integridad. Esto sin dejar de lado el sinfín de razones más por las que un adolescente consume sustancias, esta es solo una de tantas.
El miedo al odio y su expresión con agresión es aceptable y nos pone en complicaciones, desacuerdos y conflictos de ideales, sin embargo, pensemos en lo necesario que es su expresión como muchas otras emociones – como el amor que también utiliza a la agresión como vehículo para expresarse.
La recepción de la agresión, así como la negociación y el aceptarse como individuos con ideas y prioridades distintas, no convierten en enemigo al adolescente ni a los padres entre ellos sino en individuos que pueden caber juntos pero separados cada quien, con su propia identidad, eso se traduce en INDEPENDENCIA.
Psicoanalista y psicoterapeuta de adolescentes y adultos. Docente de posgrado y ex coordinadora del Doctorado de la Asociación Psicoanalítica Mexicana, por su interés en la investigación en temas relacionados al psicoanálisis. Autora de diversos escritos tanto académicos como de divulgación y dos libros: 'Mitos del Diván' y 'La compulsión de repetición: La transferencia como derivado de la pulsión de muerte en la obra de Freud.'
Coautora del libro "Misión imposible: cómo comunicarse con los adolescentes" junto con Martha Páramo Riestra de Editorial Grijalbo 2015