Le pedí a la psicoanalista Miriam Ortiz Funes (miriam_si76@hotmail) que nos escribiera sobre este tema que ella conoce tan bien, y les dejo aquí sus palabras:
Cuando se habla de vejez, generalmente se empieza por hacer el catálogo de todo lo que se debilita con la edad: la visión, la dificultad para caminar, la memoria que vacila, las relaciones sexuales que se hacen cada vez menos frecuentes, a menudo por la impotencia del cónyuge.
Prácticamente no se habla de la sexualidad, que se transforma en ternura, en contactos sostenidos por la voz, la mirada, el tacto.
“Soñar con el amor es posible, sin embargo, hasta el final”.
Los necesarios y sucesivos duelos por las facultades perdidas tienen que venir secundados por otras formas de estimulación y reinvención permanente de uno mismo con la otra persona.
Aun en la actualidad son los prejuicios los que nos mueven a pensar que lo que llaman “andropausia” en el hombre es fuente de dificultades sexuales. En efecto, la disminución de la hormona masculina no interviene prácticamente en el mecanismo de la erección.
Pero ciertos hombres por temor, a no ser ya superpotentes, renuncian de la noche a la mañana a toda relación sexual. En cuanto a la mujer, la menopausia la ha liberado del temor al embarazo. Su vida sexual gana a menudo en serenidad e incluso puede ser más agradable que antes. En realidad los verdaderos obstáculos para la vida sexual son sobre todo de orden psicológico y social.
“La vejez (con el cuerpo que se transforma) podría constituir un momento feliz de la vida en el que la memoria se ejercería como recuerdo de una historia pasada para transmitir a las generaciones futuras”. Esto quiere decir que lo que se vivió adquiere entonces sentido en función de los otros; Pero el drama de muchos ancianos perdidos en sus referentes es que ya nadie les habla. Y es cuando no encuentran palabras para su desasosiego.
Aspecto social del envejecimiento
Se habla en estos momentos de una creencia de “descomprometerse”. Las personas de edad adulta se retiran por si solas de toda la vida social. No sobra voluntad para preguntarse si no es la sociedad la que coloca a las personas de edad en situación de tener que retirarse de toda vida activa.
Las repercusiones difieren según que trate de personas solas (viudas, viudos, solteros) o de personas independientes que tienen una familia e intereses culturales o políticos (sin contar los recursos afectivos que pueden procurar cierta forma de beneficencia). Cada vez que una persona entrada en años sufre de depresión a veces sin saberlo esto es fijada a una sensación de “Vacío de la vida”.
En la mayoría de los casos es necesario el apoyo al adulto mayor, a dar fuerza que apoye a la recuperación de la capacidad de soñar, que en un momento dado había perdido, en un momento que no exista familia, los amigos pueden lograrlo.
Si la familia existe, sabemos que las mejores relaciones son siempre aquellas donde se mantienen cierta distancia. Por otra parte, los nietos y bisnietos sirven a menudo de nexos entre las generaciones.
En la actualidad, jóvenes y viejos no desean vivir en el mismo techo, y de ese modo, cuando ya no es razonable que el padre anciano viva solo, y carece de los recursos suficientes y no puede pagar una ayuda a domicilio, los hijos lo “colocan” en una institución (sin considerar la edad que va de los 70 a 90 años).
Se menciona que un adulto mayor ya no tiene un futuro, ni esperanzas ni a capacidad de hacer un plan a mediano plazo, pero ¿Acaso eso será solo una idea de una cultura que esclaviza? Se piensa que al llegar a esta edad ellos son inútiles. Pero ¿Qué pasa con ellos que quieren una vida nueva que planean o que buscan una vida diferente? Culturalmente son estigmatizados por el deseo de volver a vivir.
Incidencia del envejecimiento en la calidad de vida
De los estudios realizados sobre los trastornos del estado de ánimo, la ansiedad y la autoestima en personas mayores, se puede destacar que un 15-25% de la población general padece algún trastorno de carácter psicopatológico.
Otra de las conclusiones del estudio es que existe una mayor comorbilidad, con deterioro cognoscitivo, suicidio, incremento de las tasas de mortalidad, otros trastornos mentales y, en definitiva, un empobrecimiento de la calidad de vida.
La adaptación a la circunstancia vital de la dependencia varía en función de numerosos factores, entre ellos:
- Los recursos psicológicos de cada individuo.
- Las causas de la dependencia.
- El pronóstico de la dependencia.
- El entorno social y familiar.
- El apoyo recibido.
En líneas generales, resultará menos complicada la adaptación para las personas mayores que mantengan su residencia que en las que ingresen en una institución. Pero, como contrapartida, estas últimas renuncian a esa otra «autonomía» psicológica que supone el poder de decisión sobre lo relativo a su cuidado personal (como el día o la hora de baño, de acostarse o de ir a comer).
En este punto como ya se menciono anteriormente resalta la importancia de las necesidades especiales de atención y de apoyo integral para las personas mayores, pero no centradas exclusivamente en la satisfacción de las necesidades básicas (cuidado de su higiene y de su alimentación), que sin duda son fundamentales y las primeras que se deben atender.
Se trata de considerar que, además de ellas, el ser humano tiene otras necesidades, como la necesidad social, de autoestima y de realización, que deben de atenderse con el mismo cuidado que las primeras para alcanzar una calidad de vida aceptable.
De ahí la importancia de cuidar esas pequeñas pero importantes «acciones» que merman al sujeto institucionalizado de la expectativa de control sobre su propia vida (la posibilidad de elección de la ropa, cómo arreglarse, el lugar donde permanecer) y que menoscaban la autoeficacia percibida sobre sus capacidades reales, afectando esto a su motivación y a su conducta.
Así pues, la dependencia no solo hace referencia a las capacidades de la persona. También interfiere en su creencia sobre sus propias capacidades, determinando la consecución del rendimiento deseado según su comportamiento basado en estas expectativas. Nos estamos refiriendo a la autoeficacia, que consiste en tener fe en uno mismo.2
Los cambios a esta nueva etapa son muchísimos, y son pocos los que realmente analizan este proceso y lo entiende; como niño parte de la angustia es la separación de con la madre, como adolescentes son infinidad de angustias de desesperación pero en el adulto mayor son aquellas metas no alcanzadas, frustraciones de la vida.
Como conclusión podemos decir que la adaptación de un sujeto a su medio habitual, su promoción en la toma de decisiones en asuntos cotidianos y la estimulación adecuada en la ejecución de sus tareas básicas, aumentarán su capacidad para desempeñar actividades cotidianas esenciales y, por tanto, retrasarán la dependencia o el aumento de ella, en el caso de existir.
El bienestar subjetivo, la autoestima y la capacidad de ser independiente funcionalmente van estrechamente ligados.
“Y si fuego es lo que arde en los ojos de los jóvenes, luz es lo que vemos en los ojos del anciano” (Victor Hugo).
1.- Lo nombrado y lo innombrable, Maud Mannoni, Nueva Visión.
2.- http://www.mcgraw-hill.es/bcv/guide/capitulo/8448176898.pdf
Psicoanalista y psicoterapeuta de adolescentes y adultos. Docente de posgrado y ex coordinadora del Doctorado de la Asociación Psicoanalítica Mexicana, por su interés en la investigación en temas relacionados al psicoanálisis. Autora de diversos escritos tanto académicos como de divulgación y dos libros: 'Mitos del Diván' y 'La compulsión de repetición: La transferencia como derivado de la pulsión de muerte en la obra de Freud.'
Coautora del libro "Misión imposible: cómo comunicarse con los adolescentes" junto con Martha Páramo Riestra de Editorial Grijalbo 2015