¿Sabes lo que significa la palabra “procrastinar”?
Seguramente muchos respondieron por mera intuición que no, nada más por el simple sonido de la palabra, pero estoy segura que en más de una ocasión lo han hecho y sin saber siquiera que así se llama a la acción de postergar para más tarde una actividad que debiéramos realizar en ese momento.
Los extranjeros que nos visitan en México dicen que los mexicanos tenemos una asombrosa habilidad para procrastinar con la famosa frase de “luego lo hago” o “al rato” y no podemos olvidar el famoso “ahorita”. ¿Cuántas veces has repetido la palabra “ahorita”?
Ese “ahorita” muy de los mexicanos, que en realidad no significa un tiempo presente, sino un tiempo en el limbo donde no se sabe exactamente cuándo será ese momento. Aunque en realidad “ahorita” significa “ahora mismo” en el diccionario, el “ahorita” en México suele conjugarse como un verbo en presente continuo que no tiene un fin determinado.
Y así, anhelando el “ahorita” es que muchas de nuestras actividades se quedan en la espera de un tiempo mejor, donde las condiciones, nuestro estado de ánimo o cualquier situación de la vida nos indiquen que ya podemos realizarlas.
Al resultado de haber demorado o retrasado algo para después, a ese mal hábito que se vuelve una costumbre en nuestra vida laboral, escolar y hasta personal, es lo que llaman procrastinar. ¿Pero qué origina que hagamos esto? ¿Es la falta o el exceso de tiempo?
Aunque es cierto que estas dos condiciones temporales son un factor importante, no es el origen de la tendencia a postergar nuestras actividades, sino más bien la incapacidad que tenemos para controlar nuestras emociones o impulsos.
¿De qué hablo? De algo que se llama “sistema límbico”, que no es otra cosa que una parte de nuestro cerebro donde se controlan las acciones intuitivas y las emociones, entre otras funciones. Este sistema límbico también controla la cantidad de dopamina que recibimos a través de ciertos estímulos que son satisfactorios, como un chiste, una caricia, un beso, etcétera.
Al momento de procrastinar, sustituimos una tarea que consideramos desagradable para realizar otra que nos causa mayor satisfacción, como ver televisión, revisar e interactuar en las redes sociales, platicar con alguien, etcétera.
El punto es que en ese momento nuestro sistema límbico produce mayor cantidad de dopamina -la llamada hormona de la felicidad- y preferimos esas actividades distractoras por encima de las que tenemos que hacer. De esta manera, poco a poco caemos en un vicio de conducta llamado “procrastinación”.
Dentro del ámbito laboral es sumamente común que se pospongan las actividades que son menos agradables. ¿Cómo es esto? Hacemos un primer intento para cumplir con nuestras obligaciones, elaboramos una lista de pendientes, pero terminamos dando prioridad a los asuntos que nos causan mayor satisfacción.
Podemos clasificar cuatro tipos de procrastinadores en el trabajo, que son los siguientes:
- El evitador, que son aquellos que evitan la tarea o actividad a toda costa, buscando hasta por debajo del agua algo más que hacer.
- El indeciso, que gasta más tiempo pensando en lo que tiene que hacer, convenciéndose a sí mismo de hacerlo, en lugar de realizar esa tarea.
- El adrenalínico, que funciona con actividades a corto plazo y bajo presión. Deja todo para el último momento, cuando ya no hay otra alternativa y termina haciendo todo con un nivel extremo de estrés.
- Y el de baja autoestima, que deja las cosas al último y justifica la deficiente realización de su trabajo con “la falta de tiempo” y a la rapidez con que tuvo que hacerlo.
Si estás dentro de alguna de estas características, puede que también digas que al final entregas tu trabajo en tiempo y forma, y puede que hasta muy bien hecho. En realidad, esto es el día a día de muchos empleados, pero cuando no es por la misma exigencia del trabajo sino por desidia, entonces ya es procrastinación.
Puede que te sientas cómodo sacando todo al último momento y que te funcione, pero según el doctor Timothy A Pychyl -director del Centro de Iniciativas en Educación y miembro de la facultad de Psicología en la Universidad de Carleton, en Ottawa, Canadá-, postergar las actividades aumenta tus niveles de estrés y los problemas de salud.
Uno de los errores más comunes es esperar que nos “llegue la inspiración” para realizar ciertas actividades. Algo que es totalmente falso, pues elegimos lo que nos provoca mayor satisfacción, es decir que “inspiración” sí hay, pero para otras cosas más entretenidas.
Así como el sistema límbico controla las decisiones intuitivas, existe otra parte del cerebro que se encarga de tomar las decisiones racionales y es la que debemos ejercitar con acciones muy simples como las siguientes:
- Pensar en lo satisfactorio que será cuando terminemos por fin esa actividad.
- Dejar de angustiarnos y culparnos por el hecho de no querer hacerla. Lo ideal es aceptar y analizar por qué es importante realizar tal actividad.
- Plantearnos nuestros propios plazos y esforzarnos por cumplirlos.
- Encontrar algo positivo en la actividad que debemos hacer.
- Y tener consciente que dejar de procrastinar es también un hábito que requiere esfuerzo y dedicación.
Lo importante es tener en cuenta que lo que para nosotros representa un mal hábito, para las empresas -en todos los niveles- significa pérdidas millonarias por la falta de productividad. Y de manera directa, la procrastinación perjudica nuestro desempeño, desarrollo y rendimiento, afectando así nuestro crecimiento profesional.
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Después de escuchar este periodismo de vida, te pregunto nuevamente: ¿Sueles procrastinar tus actividades escolares o laborales? ¿Eres consciente de ello? ¿Consideras que si corriges este hábito podrías ser mucho más productivo?
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