A ti que me escuchas esta mañana en ¡Qué tal, Fernanda! te pregunto: ¿Eres de las personas que no pueden comenzar el día sin beber un delicioso café caliente?
Si respondiste que sí, compartimos un gusto en común. Y cada quien tiene su café favorito, ya sea americano, capuchino, expresso, latte, moca, caramelo macchiato y una larga lista.
¿Pero sabes dónde se originó por primera vez el café?
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Como todas las leyendas, la del café ha pasado de generación en generación por medio de la tradición oral, y dicen que fue en Etiopía -concretamente en la región montañesa localizada en la región de Kafa, donde crecen las plantas de manera natural- que aparece por primera vez el café más antiguo del mundo.
El protagonista de esta historia se llama Kaldi, un pastor árabe de modales rudos y buen conocedor de la naturaleza y las riquezas de ésta, quien suele sacar a pastear a su rebaño por las montañas etíopes, que en aquel entonces se llamaba Abisina en lugar de Etiopía.
Pero un día en particular, mientras Kaldi espera sentado a un lado de una pequeña hoguera que sus cabras terminen de comer, justo cuando disfruta del silencio y la vista privilegiada de la montaña, nota algo extraño. De repente, las cabras empiezan a saltar, correr y jugar con una energía fuera de lo normal.
Kaldi se acerca y observa que están masticando una especie de bayas rojas que no había visto antes. Entonces, movido por la curiosidad, el pastor recoge un par de estos frutos y los prueba. Pero el sabor amargo lo hace escupirlas y tirar el resto en la hoguera.
A los pocos minutos, el intenso aroma que sale del fuego llama la atención de Kaldi, pues se trata de un olor agradable que proviene de aquellas bolitas rojas, que al tostarse tienen una tonalidad marrón oscura.
Lleno de curiosidad, el pastor recoge una buena cantidad de bayas tostadas y comparte su descubrimiento con un anciano de la zona que tampoco había visto esos frutos, pero que tiene curiosidad de probarlos, aunque le sugiere a Kaldi que mejor lo hagan con una infusión y para no comerla directamente.
Lo que surge de esta infusión caliente es lo que hoy llamamos “café”, el cual agrada de tal manera el paladar y fortalece la energía de los etíopes, que muy pronto se corre la voz de las propiedades de aquellos frutos tostados en otros poblados de Egipto y Yemén.
La leyenda, su proceso de elaboración y los secretos para multiplicar su aroma y potenciar sus propiedades son parte de esa riqueza cultural que el café conserva aún en nuestros días y que a muchos nos cautiva como para no perdernos al menos una taza de café por la mañana.
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Es así como en el Siglo XVI los habitantes de Persia, Siria, Turquía y Egipto comienzan la elaboración y comercialización del café. Las primeras cafeterías son lugares que también llaman “escuelas de los sabios” por su ambiente intelectual, donde se reúnen para conversar, con música en vivo y juegos que llaman “qahveh khaneh”.
Posteriormente, los viajeros que pasan por estas cafeterías son los que llevan el café a Europa en el Siglo XVII y después a New Amsterdam, que hoy conocemos como Nueva York. Hasta que prácticamente se adopta en todo el mundo, pero con costumbres distintas en la forma de tomarlo, dependiendo de cada cultura o región.
Por ejemplo, el café griego que se conoce como Ellinikos Kafe se hierve en un briki, que es un recipiente de metal, generalmente de cobre o acero inoxidable. Se elabora de manera similar al café turco pues a mezcla es a menudo endulzada y se puede servir solo, semidulce o dulce, y siempre se le agregan granos de café a la taza.
Por otro lado, el café egipcio o aha, es espeso y se le añaden granos molidos para que se vayan al fondo de la taza. Se sirve negro con una tapa espumosa en una pequeña taza muy decorada. Las cafeterías son lugares donde se reúnen los hombres para jugar backgammon mientras beben a sorbos una taza de café caliente.
Luego tenemos el café Espresso, originado en Italia y que significa “rápido”. El agua a presión pasa a través del café molido para extraer un espresso corto, fuerte y con una crema dorada en la parte superior. Y el café con leche -como los capuchinos y late- sólo se consume por la mañana en Italia y nunca después de la comida.
Por cierto, tomar una taza de café espresso de pie en la barra de un bar por la tarde es una costumbre muy común en Italia, pues sentarse en una mesa para beberlo sale más caro.
Y en Jamaica tenemos el Jamaican Blue Mountain café, con un grano de sabor único, delicado y exótico, cultivado en la región Blue Mountain. Los granos son tostados literalmente para conservar el sabor natural de las hierbas y especias del Caribe.
Durante el otoño se realiza el festival anual del café y aquí va un dato curioso: los granos de café de Jamaica son la base del sabor característico del licor Tía María, famoso por el coctel que se prepara junto con ron jamaiquino, vainilla y azúcar.
Pero también en España tienen su manera de hacer café, rociando los granos con azúcar antes de tostarlos para evitar cualquier amargura. La bebida tradicional es el Café Carajillo, que se sirve en un vaso old fashion con un poco de brandy, chinchón o ron, antes de ser flameado.
Está también el café turco, llamado también Türk Kahvesi. Molido finamente, a veces con vainas de cardamomo, se caliente en una olla pequeña llamada ibrik o cezve. Se agrega el azúcar durante el proceso de elaboración para endulzarlo y lo que se obtiene es un café grueso con intensidad fuerte y con una tapa espumosa. Por cierto, en la cultura turca siempre se le sirve el café primero a la persona mayor en señal de respeto.
En México tenemos varios tipos de café, como el lechero de Veracruz; o el café de olla al que se le agrega canela y piloncillo y se sirve en un jarro de barro; el americano; capuchinos; espressos; y también los carajillos. En fin, tenemos una gran variedad y un gusto muy arraigado por el café.
En este periodismo de vida te conté la leyenda del café y también hicimos un recorrido por varias culturas y países, pero me gustaría que compartas con nosotros qué tanto te gusta el café y cuántas tazas tomas al día.
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