Nunca pensé morir así

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“Nunca pensé morir así”… piensa Carina, mientras se cubre la cabeza con las manos y se resguarda tras un auto.

No sabe cuántos minutos lleva escapando. La noción del tiempo la perdió hace mucho, cuando la lluvia de balas comenzó y no tuvo más opción que correr.

¿Has escuchado el sonido de un balazo?, le preguntó aquella mañana Gerardo, el jefe de redacción.  

“No. ¿Por qué?”, contestó Carina.

“Bueno, sólo ten cuidado. Y si escuchas un silbido agudo y seco, corre lo más rápido que puedas y olvídate de la cámara”, le contestó Gerardo.

Eso fue lo primero que recordó Carina, cuando de repente escuchó las voces de los estudiantes gritando: “¡Nos están disparando!”.

El contingente de maestros y estudiantes comenzó a correr por toda la Avenida, mientras otro grupo de jóvenes embozados, armados con palos y toletes, los interceptaban y comenzaban a golpear.

Carina ve caer a una compañera reportera. La ve desplomarse en el pavimento.

Dos segundos después, un estudiante pierde la vida cuando es alcanzado por una de esas balas que parecen caer por todos lados.

“Un silbido agudo y seco”, escucha Carina en su mente, evocando las palabras de Gerardo.

De repente, recuerda que aún conserva la cámara fotográfica en su maleta.

Otro grupo de paramilitares pasa corriendo a un par de metros de Carina. Además de palos, también llevan armas de grueso calibre.

Carina contiene la respiración. Con un poco de suerte, pensarán que está muerta y pasarán de largo.

Más disparos y gritos. 

Sin saber cómo ni en qué momento, la cámara está cargada y Carina aprieta el disparador tantas veces como su dedo es capaz de hacerlo. 

Una descarga de adrenalina recorre sus venas y sin pensarlo una sola vez, Carina comienza a correr en la misma dirección que todos los demás, capturando cuerpos sin vida en el piso, hombres armados, francotiradores apostados en los techos de los edificios. 

Carina piensa que si sale con vida, tendrá las fotos que atestigüen ese momento. Sabe que para eso estudió periodismo cuatro años y que no puede quedarse bajo un coche esperando la muerte.

Aquella noche del 10 de junio de 1971, los noticiarios de todo el país replicaban las palabras del presidente Luis Echeverría diciendo que desconocía la existencia del grupo paramilitar llamado “Los halcones” y deslindaba al Gobierno de cualquier injerencia en la matanza de maestros y estudiantes.

Las fotografías que logró tomar Carina desmintieron esas palabras. Así como el testimonio de muchos periodistas y sobrevivientes, consiguieron mostrar al país entero, y al mundo, que un nuevo genocidio se había llevado a cabo en México.

¿Por qué recordar esta fecha, a 46 años del llamado “halconazo”?

Porque en nuestra memoria histórica, la gran mayoría de los mexicanos sólo recuerda la masacre del 68, cuando fueron asesinados cientos de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco. 

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Lo grave es que un suceso igual de represor por parte del gobierno se llevó a cabo casi tres años después.

Todo empezó cuando la Universidad Autónoma de Nuevo León modificó sus estatutos para dar mayor participación a estudiantes y maestros en la elección del rector. Lo cual no le agradó al gobierno estatal. Y como resultado, le redujo el presupuesto y aprobó una ley en la que se eliminaba la autonomía de la universidad.

Esto originó una huelga estudiantil, a la que se sumaron la Universidad Nacional Autónoma de México (la UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (el IPN). Así, las tres instituciones educativas convocaron una manifestación masiva en la Ciudad de México para el 10 de junio, de ese 1971.

La Secretaría de Educación Pública intervino en las negociaciones entre el gobierno estatal y la Universidad de Nuevo León. Dando como resultado la renuncia del entonces gobernador, Eduardo Elizondo Lozano, y la promulgación de una nueva ley orgánica el 5 de junio, que resolvía el conflicto.

Pero las heridas del 68 no estaban sanadas. Y en 1970, cuando Luis Echeverría Álvarez llegó a la Presidencia de la República, el nuevo mandatario anunció una serie de reformas que prometían una apertura democrática del país. E incluso, permitió el regreso a México de líderes del Movimiento del 68 exiliados en Chile.

Este conflicto de la Universidad Autónoma de Nuevo León fue aprovechado por los estudiantes para exigir: la democratización de la enseñanza; un presupuesto universitario equivalente al 12% del Producto Interno Bruto; y el fin de la represión por parte del Gobierno; entre otras demandas.

Lo que muchos ignoraban es que durante la presidencia de Gustavo Díaz Ordaz, el entonces Secretario de Gobernación, Luis Echeverría, asignó al coronel Manuel Díaz Escobar como titular del Departamento del Distrito Federal, con el objetivo de crear  un grupo paramilitar encargado de reprimir cualquier manifestación que criticara al gobierno.

Este grupo llamado “Los halcones” se formó con militares, pandilleros y “porros”. Cobraban un sueldo y estaban a las órdenes del regente capitalino. ¿Y qué creen? La primera vez que entraron en acción fue precisamente en la matanza del 2 de octubre de 1968.

Esa tarde del 10 de junio, a las cinco de la tarde, “Los halcones” nuevamente acribillaron a cientos de estudiantes que exigían al gobierno una mejor educación y el respeto de la autonomía de instituciones dedicadas a la formación de mexicanos para el bien de nuestro país.

Hoy hablo por ti, que tal vez viviste esa época en tus años de estudiante. Por ti, que fuiste papá o mamá de uno de esos jóvenes que perdió la vida. O por ti, que sabes de lo ocurrido porque te lo contaron tus papás. Hoy hablo por todos nosotros que somos una comunidad de mexicanos que luchamos cada día por tener un mejor México. 

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Hoy hablo en recuerdo de los que ya no están, en recuerdo de esos ideales que siguen tan vivos y vigentes como nuestro deseo de tener un gobierno que trabaje para beneficio de nosotros, y no para beneficiarse de los que menos tienen. 

Hoy, a 46 años del “halconazo”, recordamos que México es un pueblo que lucha contra las injusticias, y que seguiremos luchando porque somos muchos más los que creemos en un México de libertades, de oportunidades. En un México de gente trabajadora, de gente honesta. En un México, donde como siempre digo, somos más los buenos.

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