¿Sabías que el 4 por ciento del Producto Interno Bruto en México lo aporta la industria minera?
Y no sólo eso. México tiene el primer lugar en la extracción de plata a nivel mundial y se ubica dentro de los 10 principales productores de 16 diferentes minerales, como el cobre, plomo, cadmio y oro. En América Latina, somos el país con mayor preferencia como destino de exploración minera y el cuarto a nivel mundial.
Según el reporte de la consultora Behre Dolbear, México es el quinto país con el mejor ambiente para hacer negocios mineros. El Instituto Mexicano del Seguro Social reportó hasta 2015 352 mil 666 empleos directos y más de 1.6 millones de empleos indirectos en esta industria.
Pero así como hay cifras que señalan índices comerciales, también hay historias que marcan zonas geográficas enteras en la industria minera. Uno de estos casos es el de Mineral de Pozos, el mítico pueblo de Guanajuato que resurgió de las cenizas no una, sino dos veces.
Su historia se remonta a la época prehispánica, cuando las tribus Chichimecas, Huachichiles, Copuces, Guaxabanes y Pames dominan la región. Hasta el año de 1576, cuando una orden de jesuitas españoles llega a la zona Noreste del estado con el objetivo de evangelizar a los Chichimecas y fundan el pueblo que llaman “Palmar de Vega”.
En 1590 don Luis de Velazco hijo, Octavo virrey de España, comisiona al jesuita Gonzalo de Tapia para que congregue a la gente de San Luis de la Paz, como se le llama en ese entonces.
El trato que ofrece Luis de Velazco a los habitantes, así como la facilidad para hablar su lenguaje y costumbres chichimecas y otomíes convence a los nativos, pactando con ellos los términos de paz que aseguran las conquistas y fundaciones de los españoles que llegaron antes.
Los jesuitas enseñan a los indígenas procesos europeos para la extracción de minerales y sus beneficios. Son precisamente de esta época los hornos que hoy en día se conservan y que datan de 1595. Por esto, nuevamente el cambio de nombre por “San Pedro”, patrono de los mineros.
El nombre de “Pozos” surge de la gran cantidad de excavaciones para extraer oro y plata. Se le agrega “Real” como una manera de amparo a la explotación y finalmente queda como “Real de Pozos”.
En 1810 los chichimecas expulsan a los jesuitas, provocando una disminución considerable de la producción. El trabajo en las minas baja, hay carencia de azogue -que hoy llamamos “mercurio”-, también disminuye el hierro y otros elementos necesarios para la minería, sin contar con el retiro de capital de muchos españoles.
Pero 70 años después ocurre el primer renacimiento de Real de Pozos, cuando en 1880 llegan nuevas compañías mineras y revive el auge del antiguo pueblo hasta llevarlo a su máximo esplendor. Además de agradable, el pueblo es rico en yacimientos de oro, plata, mercurio, manganeso, plomo, estaño y cobre.
Rápidamente comienzan los asentamientos humanos cerca de pequeños manantiales, se presenta un crecimiento significativo en actividades comerciales como hospedaje, comida, bares e incluso un teatro, que son el origen del pueblo que actualmente conocemos.
Gracias a este desarrollo, aparecen los primeros inmigrantes de Francia, España, Italia, Inglaterra y Estados Unidos en Real de Pozos, ocupando el cuarto lugar entre las 45 municipalidades de Guanajuato y todo por las grandes contribuciones del municipio en educación y bienestar social.
Pero el máximo esplendor de Mineral de Pozos ocurre durante el gobierno de Porfirio Díaz, cuando el nombre del pueblo cambia a “Ciudad Porfirio Díaz”. Estamos hablando de una población de 80 mil personas, construcción de grandes edificios, la integración de nuevas vías de comunicación, como la red ferroviaria nacional, el telégrafo y el teléfono.
También durante el Porfiriato, se instala el servicio eléctrico y las compañías mineras cambian su maquinaria impulsada con vapor, por otra de energía eléctrica. ¿Pero qué creen? Todo este desarrollo maravilloso se derrumba con la caída del presidente Díaz y comienza su segundo periodo de decadencia.
Junto con la Revolución Mexicana, la inestabilidad del movimiento Cristero de 1926 y la gran depresión internacional, los precios de los metales se desploman y los últimos capitales fuertes se retiran del país.
Esto fue lo que origina que la población se vaya de Mineral de Pozos en busca de empleo en otros estados y la desmantelación y venta de la infraestructura a las minas de Pachuca, quedando el pueblo en un completo abandono. Tanto así que para el año 1950 se calcula que menos de 200 personas vivían en el lugar.
En los años 80, Mineral de Pozos resurge de las cenizas después de que el presidente López Portillo lo declara “Monumento Histórico”. Hoy en día es un Pueblo Mágico con calles empedradas, antiguas casonas, galerías de arte y una gastronomía particular que atrae a un gran número de turistas.
En este periodismo de vida, hoy te conté la historia de un pueblo que se negó a morir en reiteradas ocasiones y que en su momento la industria minera es en gran parte responsable de su crecimiento. Pero no olvidemos que también hay un lado negativo cuando los empresarios no son responsables de sus empleados ni del daño que pueden ocasionar al medio ambiente.
Es por eso que hoy te pregunto a ti que escuchas ¡Qué tal, Fernanda! y vives en alguna de las zonas mineras de la República Mexicana: ¿En qué te beneficia la industria minera y en qué te perjudica? ¿Cómo es la vida en uno de estos municipios?
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