Cuando dicen que la música amansa hasta a las bestias más fieras y que cura el alma, no están hablando sin razón. Incluso el sentido metafórico de esta afirmación puede ser más cercano a la realidad de lo que pensamos, como en el caso de un talentoso pianista británico que hoy en día está vivo gracias al poder de la música.
James Rhodes nace en Londres en el año de 1975. Con una infancia como la de cualquier otro niño, la gente que lo conoció lo recuerda como un niño tímido y con pocos amigos. Algo que cambia cuando se gana el afecto de su maestro de gimnasia en la Primaria Arnold House, un colegio privado ubicado en la misma calle de su casa.
Esta amistad entre James y su maestro crece al sentirse incluido y aceptado, al haberse ganado el afecto de alguien que incluso lo trata con más confianza que al resto de sus compañeros. Es entonces que el pequeño James asiste feliz a sus clases. Pero con el tiempo empieza a cambiar de actitud.
Un día, James comienza a llorar cada vez que le toca ir al gimnasio. Les ruega a sus papás y a otros profesores que no lo obliguen a asistir a los entrenamientos, pero no le hacen caso. Al volver, James se ve cabizbajo y guarda un profundo silencio. A veces llega con sangre en la boca o en las piernas, pero todos creen que es normal por los ejercicios deportivos.
Lo que nadie sabe es que el profesor de gimnasia abusa sexualmente de James, durante cinco años. Sólo una persona, en algún momento, llega a sospechar que algo raro ocurre, pero no hace nada para despejar sus dudas y es hasta 30 años después que confirma sus sospechas leyendo una entrevista que le hacen a James en una revista donde cuenta esto.
Como consecuencia de tantos años de abuso, James tiene varias secuelas físicas y psicológicas: tics nerviosos, trastorno obsesivo-compulsivo, ansiedad, molestias estomacales, daños en la espalda y muchísimos problemas de comportamiento.
¿Qué es lo que finalmente lo salva? La música. Un día escucha por casualidad en su casa un casete con la versión en vivo de La chacona, de Johann Sebastian Bach. En ese instante, el mundo de repente tuvo sentido y recuerda que pensó:
-“Fue como si estuviera helado y me hubiera metido debajo de un edredón mega caliente e hipnóticamente confortable, sobre uno de esos colchones de 3 mil libras diseñados por la NASA. Jamás en mi vida había experimentado algo semejante”.
A partir de entonces, el piano se convierte en el escape de James. Aunque recae varias veces en las drogas y en los cortes que se hace en los brazos, la música siempre lo salva de esas crisis. Se dedica por completo a ella y se vuelve un alumno obsesionado con el piano. Hasta que con mucho esfuerzo y la ayuda de varios amigos se convierte en uno de los concertistas más reconocidos de Inglaterra.
Durante varios años mantiene en secreto el tema del abuso sexual, pero como parte de su proceso de sanación decide hacerlo público. Al principio sólo habla de esto en entrevistas o programas de radio y televisión, pero después lo convencen de escribirlo en su autobiografía, la cual termina en el año 2015.
Su primera esposa lo demanda por considerar peligroso que su hijo conozca los detalles de los excesos de James y llevan el caso hasta la Corte Suprema de Reino Unido. La justicia falla en favor de James y el libro sale a la venta 14 meses después, donde además de hablar de las violaciones, de su separación, de su hijo y las visitas a los psiquiátricos, también habla de la influencia que tuvo la música clásica en su salvación.
El libro es un ejercicio de catarsis y de sanación, pero también es un manifiesto a favor de la música clásica y un homenaje a compositores como Beethoven, Rachmaninov, Schubert, Chopin, Mozart y Bach. Principalmente porque James quiere que más gente se acerque a este tipo de música, que en muchos lugares los conciertos son sólo para personas ricas.
El pianista no está de acuerdo en que la música clásica esté dirigida a un sector tan reducido, de personas que se sienten más inteligentes y cultas porque saben cómo pronunciar los nombres de los compositores, en qué momento aplaudir o cómo ir vestidos a los conciertos.
Tal vez por esto es que James Rhodes es un músico distinto, que presenta conciertos diferentes a lo esperado. En primer lugar, James viste de manera informal, habla en medio de cada interpretación, hace chistes para el público, cuenta la historia de los compositores y las melodías que crearon. Tampoco se molesta si la gente aplaude a la mitad de las piezas.
Como resultado de sus distintos recitales, en la actualidad James llena todos los auditorios en los que se presenta, la mayoría de los críticos lo alaban y muchos de los asistentes de sus conciertos tienen al rededor de 20 años y casi ninguno había escuchado antes música clásica.
En este periodismo de vida, la historia de James Rhodes es inspiradora y un ejemplo absoluto de los muchos beneficios que la música puede tener sobre la vida física y emocional de las personas. Sobre todo porque escucharla es una de las pocas actividades que implica el uso de todo el cerebro.
Se ha demostrado en algunos hospitales, que escuchar música puede reducir el dolor crónico de una variedad de enfermedades dolorosas, como la artrosis y la artritis reumatoide en un 21%. Y que puede combatir la depresión hasta en un 25%.
La terapia musical se empieza a utilizar para reducir la medicación durante los partos, para disminuir el dolor post operatorio y para complementar el uso de la anestesia durante la cirugía. Esto gracias a que sirve como un distractor y hace que el cuerpo libere endorfinas para contrarrestar el dolor. Además, ayuda a disminuir la respiración y el ritmo cardíaco, lo que evita la sensación de angustia.
Según la Sociedad Estadounidense de Hipertensión, en Nueva Orleans, con escuchar sólo 30 minutos de música clásica, celta o raga* todos los días se puede reducir significativamente la presión arterial alta. También se ha demostrado que pacientes con accidente cerebrovascular que escuchan su música favorita por al menos 2 horas diarias mejoran la memoria verbal y la capacidad de atención.
Funciona para combatir la migraña y la experiencia emocional positiva y profunda conduce a la secreción de las hormonas de estimulación inmunológica, por lo que también ayuda reducir las enfermedades. Esos minutos que pasamos escuchando música hacen que los niveles de cortisol bajen, que es la hormona relacionada con el estrés. Así que también es un calmante.
Está comprobado que la música de Mozart y la barroca activan el cerebro izquierdo y derecho. La acción simultánea de ambas partes maximiza el aprendizaje y la retención de información. La información que se estudia activa el hemisferio izquierdo, mientras la música activa el hemisferio derecho. También cantar o tocar un instrumento aumentan la capacidad del cerebro para procesar información.
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*Música tradicional india.
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