Graciela podría estar haciendo esto ella misma, si no estuviera aterrada por la posibilidad de enfrentarse a la verdad sin intermediarios. Aquello que busca no requiere ser encontrado por espías profesionales como yo. De hecho, si continúa con esta estrategia solo podrá ver aquello que quiere ser mostrado, no lo que requiere ser mirado cara a cara.
¿Qué podrá doler más? ¿Cómo puede creer que la llave a los secretos más íntimos está en las redes sociales de un preparatoriano?
El chico no tiene el más mínimo cuidado con su privacidad, le encanta compartir su rutina diaria a los 538 ‘seguidores’ que tiene en Instagram. Nada en él se ve realmente especial, tiene la actitud de aquellos quienes jamás logran destacar en nada y cuyo nombre difícilmente llega a ser recodado.
Acepté el caso por necesidad, en estos días nadie parece dispuesto a pagar por un seguimiento virtual. Supongo que tiene que ver con la idea cinematográfica y literaria en torno al gremio: las personas imaginan que ser investigador privado te condiciona a usar gabardinas o ropa oscura con lentes y sombrero.
Solo alguien tan desesperada como Graciela recurriría a alguien como yo en estos momentos, por eso confirmo que esto no se trata de caridad ni de amistad. Esto se trata de Graciela y su incapacidad por hacer frente a sus actos. Considero mala la idea de hurgar en las vidas reconstruidas tras nuestro paso como tsunamis.
Durante muchos días, esa fue la única forma conocida de Graciela… hace muy poco que se convirtió en ave.
No me gusta, pero gran parte de mi trabajo consiste en remover dolores ajenos para luego salir corriendo. “Es mi trabajo, yo solo recabo la información que me piden y cada cliente decide qué hacer con ella”, me digo frente al espejo cuando me siento perseguido por alguna(s) culpa(s).
Aunque soy capaz de observar los detalles de las vidas ajenas, y ahora ya no tengo que imaginar los rincones de sus casas, pues sin dudarlo los muestran a la menor provocación de un like, la experiencia se siente incompleta, esta contingencia me impide reconocer los rasgos que prefieren difuminar con filtros y me aleja del sonido real de sus voces.
Me conformo con las migajas de vidas que puedo descubrir, me olvido de mis ruinas y mis destrozos, desisto de ahogarme en mis dolores, soy paciente hasta que mi angustia se frena viendo cualquier fotografía como si se tratara del momento preciso en que una unión necesaria finaliza ante mis ojos.
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