¿Padecer por las redes sociales?

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“Un pretendiente mío me dejó un mensaje en mi contestadora, así que le hablé a su casa, y él me mandó un correo electrónico a mi Blackberry, así que le mandé un mensaje de texto a su celular y él me mandó otro correo electrónico a la cuenta de mi casa y todo como que se fue saliendo de control. Yo extraño los días cuando sólo tenías un número telefónico y una contestadora que tenía un cassette y ese cassette o tenía un mensaje grabado de un chico o no. Y no tenías que estar checando todos estos diferentes medios electrónicos sólo para ser rechazada por siete tecnologías diferentes ¡Es agotador!” (Drew Barrymore (Mary) en la película “¿Qué pasa con los hombres?” del 2009).

¿Has vivido algo parecido a lo que describe la protagonista de esta película? Es decir ¿Alguna de tus redes sociales te ha metido “ruido” con respecto a una amistad o una relación de pareja? Pues no estás solo.

Una y otra vez nos llegan estadísticas de altos índices de divorcios o de rupturas sentimentales debido a lo que uno de los dos miembros de la pareja interpretó en alguna página de Facebook, del Twitter o inclusive del usadísimo Whatsapp.

En Estados Unidos las cifras de divorcios debidos a Facebook llegan a topar el 33%, y 66% de los abogados familiares del mismo país reciben pruebas de Facebook por parte de sus clientes para alegar la necesidad de un divorcio.

Julia llegó a mi consultorio contándome angustiada que Roberto, un chico con el que había estado saliendo, la dejó de seguir en Twitter y además la bloqueó.

Se puso a averiguar y resulta que no sólo la había abandonado en lo emocional sino que también había usurpado sus estrategias de ventas (ambos se conocieron vendiendo productos alimentarios) y por eso no quería que ella viera los tuits  que le había “fusilado”.  Doble traición.

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Muchos de mis pacientes en algún momento refieren algún medio social como el causante de intensos celos hacia la pareja, muchas veces infundados. A Martha un antiguo amigo de Facebook le puso que se veía muy guapa en determinada foto y Rodrigo, su novio, casi enloquece.

Tuvieron que anularse como amigos del medio social para evitar futuros desencuentros (lo que yo creo que es lo mejor).

Susana llegó muy deprimida un lunes pues había visto fotos de sus amigas en una cena a la que ella no fue convocada y, por otro lado, Sergio no deja de envidiar los múltiples viajes y restaurantes que presumen sus compañeros de generación, a los que él no puede acceder.

También me impresiona la angustia que genera a muchos cuando mandan un mensaje de Whatsapp, que aparentemente es leído por el receptor (doble palomita),  pero no que este no contesta inmediatamente. Es muy notorio cómo despierta sentimientos de ser rechazado, o al menos tratado con indiferencia.

En suma, las redes sociales pueden ser entretenidas, mantenernos comunicados y “al día” con gente que no vemos con tanta frecuencia como quisiéramos. También colma la sensación de vacío  haciéndonos pensar que estamos acompañados. Así mismo, el Twitter nos permite pensar que somos parte de un movimiento, de una postura social o política, o nos da refuerzos narcisistas con el famoso “retuiteo” , mediante el cual nos sentimos muy “populares”.

No obstante, los medios sociales también pueden potenciar nuestros sentimientos de celos, envidia, rechazo, exclusión… Y aunque parecen pasiones  irracionales y locas, dan cuenta de los restos emocionales de nuestra infancia que aún siguen presentes en nuestro interior y se despiertan con facilidad.

Por el lado de Twitter, no quiero generalizar porque hay gente que ayuda e informa mucho por estos medios, pero me parece que esos, dizque, “movimientos” sociales o políticos son efímeros y se sustituyen por otros casi de inmediato, dejando claro que no hay una verdadera postura política.

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Yo soy de la opinión que cuando una pareja se separa debe dividir los bienes, los amigos pero también debe bloquear al otro de los medios sociales compartidos para no quedar anclado al resentimiento y al dolor. Recuerden: “clean cut” o “corte limpio”. Qué horrible e innecesario es ver que tu ex novia está con un nuevo galán en un restaurante al que jamás la hubieras podido llevar tú, o que tu ex novio se la vive en el reventón y ahogado en el alcohol.

Tampoco pienso que las parejas deban de estar conectadas en medios sociales ni que las conversaciones trascendentales entre ellos sean “por mensajito” pues se pierde mucho del sentido y el tono y se presta a malentendidos. Para algunas cosas en la vida, como el amor y la amistad, hay que dar dos pasos atrás y dejar la tecnología de un lado.

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Psicoanalista y psicoterapeuta de adolescentes y adultos. Docente de posgrado y ex coordinadora del Doctorado de la Asociación Psicoanalí­tica Mexicana, por su interés en la investigación en temas relacionados al psicoanálisis. Autora de diversos escritos tanto académicos como de divulgación y dos libros: 'Mitos del Diván' y 'La compulsión de repetición: La transferencia como derivado de la pulsión de muerte en la obra de Freud.'

Coautora del libro "Misión imposible: cómo comunicarse con los adolescentes" junto con Martha Páramo Riestra de Editorial Grijalbo 2015