¿Hasta dónde tengo derecho de compartir contenido en Internet?

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¿Acostumbras tomar fotografías de los lugares que visitas en tus viajes? ¿Te tomas selfies en los edificios o monumentos históricos? ¿Subes las fotos a tus redes sociales?

Si respondiste que sí, tal vez no lo sabías, pero al hacer esto puedes estar cometiendo un delito en contra de los derechos de autor o del famoso copyright que regula la propiedad intelectual, sobre todo en Europa y Estados Unidos.

Uno de los destinos favoritos para viajar es sin duda París, donde forzosamente tienes que conocer la torre Eiffel. Y claro, ya sea que subas hasta el último piso o te quedes en la terraza de la primera planta, mientras disfrutas un delicioso helado, lo que no puede faltar es tu foto en este lugar emblemático.

¿Pero qué crees? Esa foto que toman los miles de visitantes a diario y desde hace décadas, prácticamente es un delito, ya que a pesar de que la torre Eiffel fue construida en 1889, -según Europa Press- todavía se encuentra sujeta a los derechos de autor y de marca de las diferentes iluminaciones instaladas desde el año 1985.

Muchos que los que han ido a la torre pueden decir que en ningún sitio hay un aviso que hable sobre estos derechos de autor y que hasta la fecha no les ha pasado nada por tomar fotografías y subirlas a sus redes sociales. Y tienen la razón, nadie ha sido detenido ni acusado.

Sin embargo, en la página web de la torre Eiffel sí está indicado que se necesita un permiso para publicar las fotos de la torre iluminada y que debe solicitarse a la Sociedad de Explotación de la Torre Eiffel.

En pocas palabras, esto quiere decir que puedes tomar fotografías de tu familia o de tus amigos frente a la torre o en algún piso de ésta, incluso la selfie que no puede faltar en tu teléfono, pero si quieres subir el material fotográfico a tus redes sociales es necesario pedir permiso.

Algo parecido ocurre con la pirámide del Museo del Louvre, diseñada por el arquitecto Ieoh Ming Peo. Según Getty Images, están prohibidas las fotos que muestren todo el edificio y la pirámide o aquellas donde sean el foco primario de la fotografía, a menos que se obtenga una autorización para no violar los derechos de autor.

En el mismo caso está el letrero de Hollywood en Los Ángeles, California. Colocado en el Monte Lee, cada vez que alguien reproduce el letrero con fines comerciales, debe pagar una cuota correspondiente a sus derechos de imagen. Como ocurre con el Paseo de la Fama, que también es una marca registrada y sólo puede usarse de forma editorial y dependiendo del contexto en que aparece.

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A diario se comparten más de 95 millones de imágenes y videos en Instagram, cifra que se eleva considerablemente si tomamos en cuenta el resto de las redes sociales donde también se sube este material. Y muchas de ellas son de monumentos, edificios y espacios públicos, que aunque ningún letrero lo indique, tal vez están regulados por un copyright especial.

El pasado 4 de julio, el sitio web de Wikipedia en español permaneció cerrado durante 2 días, como protesta al proyecto de Ley de Copyright que se votó al día siguiente en el Parlamento Europeo.

Este acto de la enciclopedia libre y colaborativa más grande de internet, creada por Jimmy Wales y Larry Sanger en el año 2001, originó una ola de indignación en contra de la ley que finalmente fue rechazada el 5 de julio con 318 votos en contra y 278 a favor.

La Ley de Copyright busca modernizar la regulación sobre derechos de autor, combatiendo con duras medidas la piratería y considerando remuneraciones para periodistas y artistas con trabajos subidos a la red. Sin embargo, los artículos 11 y 13 son los que provocaron el rechazo de varias plataformas como Wikipedia.

El Artículo 11 se refiere a la concesión de licencias y aplicación de los derechos en publicaciones respecto de sus usos digitales. Es decir, que se obligaría a los buscadores y agregadores de noticias -como Google, Twitter o Facebook- a comprar una licencia para publicar enlaces de sitios de noticias.

Con esta medida no se impediría el uso legítimo privado y no comercial de publicaciones de prensa por usuarios individuales. Por ejemplo, no se pagaría por compartir una noticia de un sitio en el muro de Facebook, pero sí se podría sancionar a la plataforma que comparta enlaces y no pague la licencia.

Por otro lado, el Artículo 13 es el más polémico, sobre el uso de contenido protegido por proveedores de servicios de intercambio de contenido en línea, es decir, las redes sociales. Y plantea que las plataformas de internet serán responsables si los usuarios individuales cargan o suben contenido sin licencia.

En palabras simples, si yo subo una foto de la torre Eiffel sin el dichoso permiso que dice la página que necesito para explotar los derechos de autor, podrían demandar a Facebook, Twitter, Instagram o la red social donde yo la suba.

Semejantes medidas no perjudican a los usuarios comunes y corrientes, pero sí a las plataformas. Obviamente por la cantidad y rapidez del contenido que se sube a diario, es imposible que las redes sociales estén seguras de que nosotros, los usuarios, tenemos los derechos de autor de todo lo que subimos.

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Por lo pronto, esta iniciativa de ley fue rechazada y regresará al Parlamento Europeo cuando se hagan modificaciones. Sin embargo, la discusión sobre el derecho de autor de lo que subimos a internet es algo que cada vez necesita mayor claridad en cuanto a su regulación.

***

Después de escuchar este periodismo de vida, te pregunto: ¿Qué tanto sabes de los derechos de autor de lo que compartes en redes sociales? En caso de ser fotógrafo, escritor o artista en alguna disciplina creativa, ¿conoces hasta dónde están protegidos tus derechos de autor cuando compartes tu obra en internet?

Escríbeme a las redes sociales de QTF y deja tus comentarios.

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Esta es tu casa digital, donde para mí es un placer recibirte para informarte de contenidos actuales, noticias y muchas historias, mismas por las que me llaman: la ’periodista de vida’.

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Mi día a día es una locura: voy del programa de radio en Grupo Imagen, a encontrarme con miles de personas en una conferencia, grabo los Fernanda Talks Home, atiendo mi casa y a mis hijos; de ahí a dar una plática para una empresa, entrevistar a alguien, escribir un poco para editar otro libro... Alguna vez me dijo Héctor Bonilla que yo me había tragado una turbina, y ¡sí! Vivo intensamente feliz a este ritmo, desde hace más de 30 años y, lo mejor, es que todavía tengo mucho que aprender, mucho por hacer, decir y compartir contigo.

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