¿Crees que los datos de las encuestas sobre los candidatos presidenciales son definitivas? ¿Confías en los porcentajes que reportan estas encuestas como algo que garantiza el resultado electoral?
Esta pregunta puede parecer obvia, pero así como un gran porcentaje de la población no ha sido encuestado y otros más se han clasificado como indecisos, considerar que sus resultados ya dan la victoria a uno u otro candidato es demasiado riesgoso.
Incluso esta herramienta cuantitativa puede tener una función más propagandística que de medición. Sobre todo cuando los argumentos de los candidatos son qué tan arriba o abajo van en las encuestas casi a diario. Y basándose en eso es que le piden a la población que no “desperdicie” -por así decirlo- su voto a favor del otro candidato.
¿Hasta qué punto se pretende inclinar la balanza de las preferencias electorales con estos argumentos? Pero más importante, ¿qué o quién garantiza que en verdad una encuesta ya es definitiva y que es infalible?
La historia política reciente ha demostrado a nivel mundial que las encuestas se han equivocado y ejemplos sobran. En Estados Unidos el New York Times publicó muy cerca de las elecciones presidenciales una encuesta que ponía a Hillary Clinton como ganadora indiscutible. ¿Qué pasó después?
Desde entonces, el New York Times no realiza encuestas. En la Gran Bretaña está el caso Brexit y en Latinoamérica, como ejemplo, la elección de 1990 en Nicaragua y el plebiscito de 2017 en Colombia.
Recordemos que precisamente las elecciones de 1990 se volvieron el tema central y más candente al interior del país en la relación de Nicaragua con Estados Unidos. Fueron varias las empresas especializadas en estudios de opinión pública -tanto nicaragüenses como extranjeras- las que midieron y predijeron la victoria de Daniel Ortega.
Sin embargo, el candidato del Frente Sandinista de Liberación Nacional fue derrotado por Violeta Chamorro, candidata de la Unión Nacional Opositora. El 25 de febrero de 1990, Violeta Barrios de Chamorro se convirtió en la primera mujer presidenta de Nicaragua y también la primera en América Latina.
En Gran Bretaña se abrió a consulta la decisión de permanecer o salir de la Unión Europea, esto en el año 2016: el llamado Brexit -acrónimo que mezcla la palabra salida en inglés (exit) con las primeras letras que identifican a Gran Bretaña-.
En este caso ocurrieron también predicciones con márgenes de error dentro de un contexto del terrorismo y el miedo a las fronteras libres en Europa. El diario El País afirmaba apenas 2 días antes de abrir las urnas en Gran Bretaña que el 55% de la población optaría por la permanencia de los ingleses en la comunidad europea. ¿Qué pasó? Todo lo contrario.
También en Colombia sucedió algo parecido con el plebiscito sobre los acuerdos de paz con las FARC. Muchos de los que esperaban con ansiedad el “sí” se alimentaban de la esperanza que venía de los sondeos de opinión. Las últimas encuestas antes del 2 de octubre de 2016 anunciaba que el 60% de los colombianos votaría a favor.
La cifra final no llegó ni al 50% y este error en las encuestas se sumó a la desconfianza que ya venían despertando los estudios de opinión en Colombia, cuando también en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2014 las últimas seis encuestas daban un empate técnico al 43% entre Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga. El error fue de siete puntos porcentuales para Santos.
En México existe actualmente un enojo social y una clara división de los mexicanos, que al combinarse con la sobresaturación de información genera un ambiente de rabia entre los ciudadanos que han orillado a un gran porcentaje de la población a no externar sus inclinaciones políticas para evitar agresiones, violencia verbal y descalificaciones.
Por esto surge el voto silencioso, ese voto que las encuestas no han podido leer por falta de evolución, y lo más importante es que no es aquel que llaman de los indecisos. El voto silencioso es informado, racional, reflexionado y pensado con respecto al futuro.
Por esto, también representa la última línea de defensa ante las encuestas manipuladas. Si lo analizamos bien, el voto silencioso marcará la diferencia entre el voto por enojo y el voto que piensa en el futuro y crecimiento de México.
Es tan importante este voto silencioso que puede representar más del 50% de los votantes, de esos que no han contestado una encuesta, que han mentido diciendo que son indecisos o que simplemente no han querido revelar para quién será su voto.
Hasta el 1 de julio nada es definitivo y no debemos permitir que nos manipulen con el argumento de que ya para qué votamos por un candidato que no está por arriba de todos los demás en las encuestas, o que se necesita el voto útil para vencer a otro. El único voto útil es aquel voto informado y razonado.
Gran Bretaña con el Brexit, Colombia y Estados Unidos son ejemplos de que ninguna encuesta es infalible ni representa un resultado definitivo.
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Después de escuchar este periodismo de vida, te pregunto: ¿A ti ya te realizaron una encuesta? ¿Eres de los mexicanos que no externan sus inclinaciones políticas ni dicen por quién votarán? ¿Formas parte del voto silencioso?
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