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Una de las ventajas que tiene el cine de suspenso sobre otros géneros es que a menudo puede sostener una trama, por simple que esta sea, si logra establecer una premisa firme sobre la cual narrará su historia. Un ejemplo relativamente reciente es cuando ‘El Proyecto de la Bruja Blair’ sentó un precedente a través del recurso del “found footage”: el ser convincente a la hora de vendernos la idea de que estábamos viendo las cintas recién rescatadas de una fallida expedición fílmica significó millones de dólares en taquilla.

Una escena de secuencia impecable es lo que le permite a ‘Un lugar en silencio’ (‘A Quiet Place’, d. John Krasinski) el convertirse en la primer gran sorpresa del año en una categoría que está comenzando a legitimar su sitio como contendiente tanto en la recaudación como en la apreciación crítica. ‘Get Out’ logró una nominación al Oscar el año anterior replanteando muchas reglas argumentales y creando una discusión social relevante, y aunque este filme no parece destinado a ser reconocido en los premios de la industria, sin duda será una producción que dará de que hablar. Paradójico, pues hablar es lo que menos ocurre en la historia.

La secuencia a la que hago alusión nos muestra un desolado pueblo en los Estados Unidos. Las calles están desiertas, los comercios vacíos. Poco a poco vemos aparecer figuras fugaces y discretas en la pantalla, a menudo que recorren los pasillos semi saqueados de una farmacia. Hay un niño pequeño y curioso. Una niña adolescente le sigue de cerca. Una madre carga al otro hijo, el de en medio, quien parece estar luchando con alguna enfermedad. Vemos el rostro sereno y consternado de la mujer mientras pasea la mirada sobre diversos frascos con medicamento, en espera de encontrar el apropiado.

Reina el silencio. Nadie habla, todo son comunicaciones a base de señas y gestos. Notamos la aparición del padre, barbado y con un rostro de preocupación constante, alerta de cada movimiento de su clan. El niño pequeño está a punto de tirar el juguete que intentó alcanzar de un anaquel alto, pero su hermana lo atrapa justo antes de que toque el suelo. Este silencioso ambiente comienza a pesar sobre nosotros con fuerza cada vez mayor.

Al fin vemos a la quinteta abandonar el pueblo en una muda caravana. Las hojas de un viejo periódico claman que “ES EL SONIDO”, y aunque no sabemos a qué o a quienes alude, intuimos que una amenaza latente puede hacer su aparición si alguien rompe la quietud del ambiente. Lo inevitable ocurre, vemos que una criatura veloz se mueve entre los matorrales en cuanto un ruido llama su atención. La familia quiere reaccionar. Es demasiado tarde.

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La tragedia que ocurre en esos primeros minutos es la pesada loza que cargan los protagonistas a lo largo de la historia. Meses más tarde retomamos la historia de la familia, donde la madre (Emily Blunt) está embarazada. También sabemos que la hija adolescente (Millicent Simmonds) es sorda, y pensamos que quizá la supervivencia de estos nómadas se deba en parte a saber convivir en un ambiente donde el sonido no es presencia obligada. El padre abnegado (John Krasinski) construye complicados aparatos de ondas radiales y un sistema de circuito cerrado en la granja donde se han establecido de fijo, en esperanzas de tener una forma de anticipar la llegada de estas terribles criaturas y de ponerse en contacto con otros grupos humanos allá afuera.

Estudiar la modificación del entorno lograda por los sobrevivientes nos describe elocuentemente su problemática básica. La hija adolescente es voluntariosa y decidida, pero siente una responsabilidad por lo ocurrido al principio de nuestra historia. El padre sabe que tiene que enseñarle a sus hijos a protegerse en todo momento, pero también está al tanto de que ni él mismo sabe qué tanto puede ayudarles en una instancia de necesidad. La madre decora paciente una cunita para el bebé que se avecina, a sabiendas de que su nacimiento puede ser una sentencia de muerte para todos.

La película funciona con precisión en prácticamente todos los frentes, y su sólida trama sobre este pequeño microcosmos logra que, en esencia, nos importe muy poco si hay más humanos vivos allá afuera, o siquiera la naturaleza precisa de estos monstruos. ¿Son mutaciones? ¿Extraterrestres? Hay pequeños indicios que nos permiten hallar esas respuestas, pero es muy satisfactorio que no sean esas las cuestiones más interesantes.

No, esta película es una contundente muestra de química actoral y de sobresaltos calculados, pero nunca gratuitos. El hecho de que Simmonds, la actriz que interpreta a la hija adolescente, sea sorda en la vida real confiere al personajes de una fortaleza intrínseca que a su vez explica bien los desafíos que la chica enfrenta más allá de la amenaza común: su propia familia lucha con su condición e intenta mejorarla, sin siquiera intuir que quizá esa no sea la clase de atención que ella está deseando obtener.

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Por otra parte, el matrimonio de la vida real entre el actor/director Krasinski y Emily Blunt solidifica ese vínculo entre ambos y nos otorga brevísimas viñetas extremadamente emotivas. Un tímido y tierno baile compartiendo un audífono al compás de ‘Harvest Moon’ de Neil Young es prueba de que estos dos lograron llevar la química al nivel necesario para que nos importe cada minuto de sus discretas vidas.

El cine de suspenso también suele vivir y morir con la manifestación física de su “monstruo”, y este punto tampoco decepciona. Estamos viendo criaturas instintivas, devastadoras, prácticamente invulnerables, así que detectar sus debilidades se torna en un logro compartido. Sin mencionar que el diseño de sonido, donde el quejido de un piso de madera o el golpeteo de gotas de agua en una cascada son un idioma en sí, cuya presencia determina el curso de esta sencilla pero sorprendente trama.

“¿Qué somos, si no somos capaces de protegerlos?”, pregunta la madre de familia a su esposo en un momento de aparente desesperanza. La pregunta se ha manifestado de múltiples formas incluso antes de su enunciación verbal, y sin embargo no tenemos la respuesta pues el miedo, el dolor y la incertidumbre tienen la palabra en todo momento. Esta película es una magnífica experiencia precisamente por ser capaz de decirnos tanto… en medio de tanto silencio.

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He dirigido revistas como Men'™s Health, ESPN Deportes y SOBeFiT, pero mi pasión es ver, analizar, diseccionar, eviscerar y disfrutar pelí­culas, tanto en el podcast Finí­simos Filmes como en diversas colaboraciones y columnas. Maté a un hombre en el ring. OK, quizá no, pero serí­a una gran historia'¦