¿Cuándo fue la última vez que te enteraste por los medios informativos de un robo? Puedo afirmar que por lo menos sabes de uno en lo que va de la semana, ya que todos los días suceden este tipo de delitos. Pero te aseguro que son pocas las noticias que conoces sobre asaltos en los que no se llevan la cartera, ni el bolso y mucho menos las tarjetas de crédito.
¿Crees que esto no es posible? Pues te voy a hablar de 3 casos que demuestran lo contrario:
El primero ocurrió el mes pasado en un centro vacacional en la playa de Phuket, en Tailandia. Un par de asaltantes empujan a un joven ruso al interior de su departamento, lo mantienen cautivo con los ojos vendados y amenazan con matarlo. Al final, la víctima utiliza su computadora para transferir bitcoins por un valor aproximado a 100 mil dólares a un monedero en línea que controlan los delincuentes.
Pero antes de esto, el segundo caso ocurrió al director de una casa de cambio de bitcoins en Ucrania, al que secuestran y exigen a su empresa que pague en bitcoins un rescate equivalente a un millón de dólares si quieren volver a ver a su director con vida.
Tercer caso, ciudad de Nueva York. Un criminal mantiene en cautiverio a su víctima durante varios días, después de amenazarla verbal, física y psicológicamente, hasta que acepta transferirle más de 1.8 millones de dólares en ethers, una moneda virtual como el bitcoin, pero de menor valor.
Lo grave de todos estos casos es que resulta muy sencillo transferir monedas virtuales a una dirección anónima configurada por un delincuente. Y aunque los bancos pueden bloquear o revertir transacciones electrónicas realizadas bajo este tipo de amenazas, no existe un “banco bitcoin” que pueda cancelar dicha transferencia.
Y aquí es donde me detengo con una reflexión que varios tenemos con la llegada de este tipo de monedas virtuales: ¿para qué nos sirven y qué tanto pueden beneficiarnos? O por el contrario, volvernos víctimas de la delincuencia o perder todo nuestro patrimonio en un segundo.
La historia de la moneda como ese objeto material que representa un valor se remonta a muchísimos siglos atrás. Recordemos que ante el apremio del hombre por cubrir sus necesidades, una de las primeras maneras de conseguir cosas es el trueque de mercancías. Cuando alguien tenía excedente de algo y necesita otra cosa que alguna persona sí poseía, se realizaba el intercambio.
¿Pero qué pasa cuando se desea vender una mercancía, pero en ese momento no necesita algo a cambio? Entonces, el trueque es obsoleto. Además, el trueque resulta poco práctico porque siempre está la duda sobre el valor de los productos intercambiados. Así surge la necesidad de encontrar algo que sea divisible, que permita intercambios pequeños, que resulte fácil de almacenar y trasladar.
El objeto que cumple con estas características y reconocido como la primera moneda es el “cauri”, o por su nombre científico: Cypraea moneta. ¿Cómo es esta moneda? Se trata de una pequeña concha, que en algunos países africanos se siguió utilizando hasta hace algún tiempo. Su uso abarcó no sólo África, sino también China, Asia, América y se encontró en tumbas de Inglaterra.
Existen documentos que hablan de las barras de sal, piezas de coral, barras metálicas, trigo y vacas que se usaron como moneda de cambio. Pero tal vez la versión de Herodoto sea la más certera sobre su origen en Asia Menor durante el siglo 7 antes de Cristo, la cual dice que se mandaron a fabricar para facilitar la recaudación de impuestos.
Pero es en Turquía, en el año 650 antes de Cristo, donde aparece el “León de Lidia”. Esta es la primera moneda oficial acuñada que se conserva en nuestros días. Se fabrica por órdenes del rey Alyattes, para el intercambio legal y estaba hecha de oro y plata.
Con el tiempo se hacen otras con cobre, bronce y hierro, pero el “León de Lidia” es la favorita por su escasez e incorruptibilidad, pues no se estropeaba aunque se almacenara durante mucho tiempo. En el actual Pakistán se han encontrado monedas que datan del 2900 antes de Cristo, pero las más antiguas provienen de China y son anteriores al 5000 antes de Cristo.
Conforme se extiende el uso de las monedas, es frecuente que los rostros de los soberanos aparezcan en ellas, con la figura de un dios o de algún otro símbolo. Alejandro Magno, por ejemplo, aparece ya en varias monedas, como sello que garantiza la pureza y el peso del material con que se acuñan.
En el Imperio Romano se crea el famoso “denario”, una moneda homogénea en distintas regiones y de un mismo peso, tamaño y valor. Denario viene de la raíz latina que significa “dinero”. Es con ésta que se implanta una acuñación por parte del Estado y se prohibe que se produzca de manera particular.
Una manera de educar a la población romana con el nuevo sistema monetario fue integrar en las monedas figuras de trigo y cabezas de ganado. Símbolos que desde la antigüedad significaron dinero y el estampado en la moneda permitía vincular su valor con el de las cosas reflejadas en ellas.
Pero no a todos los gobernantes les funcionó eso de imprimir su rostro en las monedas. Durante la Revolución Francesa, Luis 16 intenta huir con su familia. Estando cerca de la frontera, un hostelero lo reconoce y da la voz de alarma diciendo:
-“¡Cómo no lo iba a reconocer, si todas las monedas de Francia tienen su cara grabada!”
El rey y su familia son trasladados a París y 2 años después mueren en la guillotina. Como diría José Alfredo Jiménez: “todo por culpa del maldito dinero, dinero maldito que nada vale.”
El mayor problema con las monedas siempre fue su transportación y almacenamiento, por lo que en el año 845 antes de Cristo, los monarcas de la dinastía Tang emiten un papel estatal con un valor material muy inferior al que representa, pero que por decreto equivale a una determinada cantidad de oro o plata.
En España, Jaime de Aragón emite también papel moneda en el año 1250, pero su valor dependía de los tesoros de oro que tuviera el país. Es así como este nuevo medio monetario se hace popular en el siglo 18 y los bancos privados centrales reemplazan a los bancos privados para la emisión de papel moneda.
Todo cambia a finales del siglo 19, cuando se establece un patrón internacional de paridad con el oro. Y finalmente, hoy nos encontramos con el bitcoin, como una de las nuevas monedas virtuales que todavía necesitamos entender.
A ti que me escuchas esta mañana en ¡Qué tal, Fernanda!, te pregunto: ¿Crees que debemos seguir utilizando monedas y billetes? ¿O crees que la opción de las tarjetas y el dinero electrónico es más seguro? ¿Comprendes en qué consisten estas nuevas monedas virtuales?
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