Una ecuatoriana en México

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Gabriela estudia una maestría en Antropología, becada por la UNAM.

Ella, como muchos alumnos ecuatorianos, obtuvo una de las becas que la máxima casa de estudios otorga cada año para estudiantes extranjeros.

El tema de la semana, tanto en la universidad como en todo el país, es la celebración de la Independencia. Banderas, cornetas, bigotes y pinturas tricolor… Una infinidad de mercancía que Gabriela encuentra a su paso.

Luisa, una de sus compañeras, le explica a Gabriela por qué hay tanto alboroto:

“Los mexicanos somos muy escandalosos, por eso las matracas y las cornetas. Nos encanta gritar y festejar el grito de Independencia”, le dice su compañera.

Y Gabriela sonriente contesta:

“En Otavalo, allá en Ecuador, festejamos en septiembre una fiesta que se llama “El Yamor”, con una bebida sagrada de maíz que servimos para agradecer a la Virgen de Monserrate por su abundancia. Pero lo de ustedes es muy colorido y todo mundo habla de comer tostadas y beber tequila”.

Luisa le responde:

“No te preocupes. Poco a poco te irás acostumbrando a nuestras celebraciones y serás más mexicana que el pozole.”

Pero en la mente de Gabriela, eso de ser más mexicana ya empezó desde hace algunos meses que llegó a nuestro país.

En primera, Gabriela ya no dice “aló” a la hora de contestar el teléfono. Sus compañeros le enseñaron que en México se dice “buenooo”. Así, alargando la “o”.

Otra cosa muy curiosa para Gabriela es que aquí lo que llamamos dulces, no siempre es dulce. Para ella, si algo se llama dulce, debería ser de sabor dulce. Pero ha descubierto que en México hay dulces picantes y salados.

Y ni qué decir de aquella vez que Luisa la invitó a comer y le dijo: “Nos vemos en tu casa a las 3”. Gabriela se impresionó con la idea de que los mexicanos se auto invitaban a comer en las casas de los demás. Hasta que supo que se trataba de una manera muy educada de invitarla a casa de Luisa.

La otra sorpresa que se llevó Gabriela fue cuando en la fila del supermercado estornudó y varias personas a su alrededor le dijeron “salud”. “Increíble, aquí te hablan en la calle y en todos lados, aunque no te conozcan”, pensó.

Para Gabriela, en Ecuador los centavos no tienen el mismo valor que en México. Es más, no sabe por qué 50 centavos significan algo para nosotros, si no se puede comprar siquiera un chicle con ellos.

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Pero claro que también hay ventajas que supo aprovechar desde su llegada. Por ejemplo, que aquí gran parte de las ofertas culturales son gratuitas, que se realizan en parques y plazas y hasta los museos tienen entrada gratuita un día a la semana.

Otra gran diferencia entre México y Ecuador son los horarios de comida. Gabriela sabe perfectamente que en nuestro país llegar a un restaurante a la 1 de la tarde y pedir comida es prácticamente imposible, porque aún siguen con el menú de los desayunos.

Y la adaptación a México siguió cuando Gabriela supo que aquí llamamos camionetas a los automóviles grandes que en Ecuador llaman 4×4. Pero además, al vehículo que utiliza a diario para llegar a la universidad, nosotros le decimos camión, y ella bus.

Tal vez algo de lo más complicado para Gabriela fue entender que el respeto para nosotros no se relaciona con hablar a los demás de “usted” o de “tú”. Algo que aprendió después de escuchar a muchas personas pedirle que por favor los tuteara y no les hablara de “usted”.

En México, Gabriela supo que cancelar no es un sinónimo de pagar, como lo es en su país. El día que preguntó en una tienda dónde podía cancelar un vestido, la empleada puso una cara de terror pensando que Gabriela se estaba arrepintiendo de llevarse aquella prenda.

Y por último, la mayor de todas las lecciones: Ecuador es rico en frutas y se pueden encontrar en cualquier época del año. Por el contrario, en México Gabriela ya sabe que dependiendo de cada temporada encontrará x o y fruta en el mercado.

Así que, digan ustedes si Gabriela no está aprendiendo lo que es ser un verdadero mexicano.

Esta historia que comparten muchos ecuatorianos que viven en nuestro país es sólo una entre miles.

La comunidad ecuatoriana de México está formada por comerciantes, empresarios, artistas plásticos, estudiantes, académicos y, sobre todo, futbolistas. El grupo más representativo es el que proviene de Otavalo, de donde viene precisamente Gabriela.

También, no olvidemos que muchos ecuatorianos que intentan cruzar de México a Estados Unidos, tras intentos fallidos, se quedan permanentemente en nuestro país. La mayoría se concentran en la ciudad de México, Estado de México, Chiapas, Nuevo León y Veracruz.

Pero, ¿quiénes son los futbolistas ecuatorianos que viven en México?

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Entre ellos están Álex Aguinaga, Fidel Martínez, Christian Lara, Gabriel Achilier, Enner Valencia, Ángel Mena y Miller Bolaños.

Como ven, el pueblo mexicano y el ecuatoriano tienen fuertes lazos de amistad y de intercambio, Y aunque muchas cosas son distintas, como lo pudo comprobar Gabriela, también es cierto que nuestro país siempre recibe con los brazos abiertos a los extranjeros, porque los mexicanos somos así, gritones, fiesteros y muy amistosos.

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