México, 1805. Población de Dolores, en el estado de Guanajuato.
La tranquilidad de la noche es interrumpida con ese característico sonido de violín.
“Ya empezó la obra del cura”, dice Matilde, vecina de la parroquia.
Para Matilde ya es una costumbre escuchar cada noche la risas y los fandangos, que cesan cuando don Miguel da la tercera llamada y todos sus invitados guardan silencio.
A la luz de las velas y con un par de perros ladrando en el patio de la finca, da inicio la función.
Don Miguel toca el violín suavemente.
Entra a escena el adinerado burgués llamado Orgón, quien dice haber conocido al hombre más piadoso sobre la tierra: el buen Tartufo. Después de compartir oraciones en misa y tras una breve conversación, su santidad está fuera de duda. Por eso lo lleva a su casa, porque desde ahora son hermanos.
Los invitados de don Miguel brindan por esa amistad. La música aumenta y vemos aparecer a la hija de Orgón: Marina. Y sigue la historia en el segundo acto.
Sin importar que Marina esté comprometida con un hombre de buena familia y buen muchacho, llamado Valerio, Orgón decide entregar la mano de su hija a su recién hermano Tartufo. A lo que él contesta que lo pensará y pedirá consejo a Dios.
Elmira, esposa en segundas nupcias de Orgón, se entera del fatal compromiso. Y viendo sufrir terriblemente a su hijastra, decide hablar con Tartufo para convencerlo de rechazar tal proposición. Pero Tartufo no desea la mano de Marina, sino la de Elmira y le confiesa que está tan profundamente enamorado como apasionado de ella.
Una exclamación grupal de asombro se escucha en toda la parroquia. Don Miguel sonríe, hace una caravana, mientras recibe un nutrido aplauso, y continúa tocando el violín para dar paso al tercer acto.
Elmira amenaza a Tartufo con contarle todo a su marido, en caso de que Tartufo acepte la mano de Marina. Sin embargo, el ruin, falso e hipócrita devoto le contesta que Orgón jamás le creerá. Algo en lo que tiene razón, porque cuando Orgón regresa a casa, Tartufo le dice que es voluntad de Dios que le entregue todos sus bienes a él, pues es muy pobre. Y Orgón acepta.
Más vino, más risas y más alegría. Al otro lado de la parroquia, Matilde se pregunta si esas cosas están bien vistas a los ojos de Dios, mientras intenta conciliar el sueño.
Don Miguel ahora toca una música más rápida y dramática, pues inicia el cuarto acto de la farsa.
Elmira cuenta con detalle a Orgón las indecentes proposiciones de Tartufo, suplicándole que lo corra de la casa, pero el inocente marido no le cree. Por lo que Elmira lo convence de permanecer bajo una mesa, mientras ella habla a solas con Tartufo. Así verá la clase de rufián que es su falso hermano. Trampa en la que efectivamente cae Tartufo, pues creyéndose a solas con Elmira, la seduce.
Orgón, enfurecido, exige a Tartufo que se marche de su casa, a lo que el miserable hipócrita le contesta que no, que serán ellos quienes se tienen que ir, puesto que ahora todos sus bienes son de él.
Los invitados gritan entusiasmados. Es la mejor historia que jamás han visto. Don Miguel les pide que guarden silencio, porque falta el desenlace. Y sigue tocando el violín.
Cuando Orgón, Elmira y Marina sienten que están perdidos y que deben salir de su propia casa, llega Valerio con un papel que certifica que Tartufo es buscado por la justicia, precisamente por cometer varios crímenes y es detenido.
Aplausos, gritos de júbilo y se unen más instrumentos al violín de don Miguel. En plena madrugada comienza el fandango que indica el final de la comedia.
Esta historia narra a detalle el ambiente bohemio y artístico que se vivía en la parroquia del cura don Miguel Hidalgo y Costilla, a quien todos recordamos como uno de los padres de la Independencia de México.
¿Pero cuántos conocen al hombre de letras, al que bebía, jugaba y hacía teatro, al hombre de carne y hueso que estaba detrás de esa sotana?
Apodado desde joven “el zorro”, por su astucia, Miguel Hidalgo se confiesa amante de la cultura francesa del siglo 17. Y es precisamente Hidalgo quien traduce las obras de Molière al español, como la de Tartufo que acabamos de presenciar, ya que se trata de su obra favorita y que representa constantemente en la parroquia de Dolores.
En su biblioteca posee volúmenes teológicos, fábulas de La Fontaine, así como las obras de Molière, Corneille y Racine. Y a propósito, uno de los cargos por los que se le juzga a Hidalgo cuando la Iglesia le retira el ministerio sacerdotal es por la traducción de la obra de Racine, Atalía, que representa una analogía entre la tiranía de la reina bíblica y los abusos del gobierno español. Además de los testimonios que afirman que tiene hijos con más de una mujer.
Tanto en el curato de San Felipe como en el de Dolores, Hidalgo organiza tertulias con músicos, juegos y fandangos, en donde los invitados se reúnen para leer escritos, ensayar comedias de teatro o discutir asuntos políticos, entre los cuales se origina la conspiración en contra de la corona española.
Debido a este carácter laico y poco religioso, Miguel Hidalgo se gana varios problemas con las autoridades religiosas, puesto que no ven con buenos ojos que el cura sea afecto a tocar el violín, a jugar cartas y apostar en las peleas de gallos.
Hombre de carne y hueso al final, el cura Hidalgo fue un hombre con muchas pasiones, que promovió una vida cultural en su casa, incluso más vanguardista que la vida teatral en la capital del país. Y son estos los rasgos que pocas veces se mencionan del llamado “padre de la Independencia”.
Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte y Villaseñor, dirige militar y políticamente la primera parte del movimiento independentista de México, pero tras una serie de derrotas es capturado el 21 de marzo de 1811 y llevado prisionero a la ciudad de Chihuahua, donde es juzgado y fusilado el 30 de julio.
A pocos días de conmemorar 207 años del inicio de nuestra independencia de España, hoy nos encontramos en Dolores, cuna de ese movimiento que con un toque de campana y un pueblo deseoso de libertad cambió el rumbo de nuestra historia.
Hoy, pese a todos los problemas que puedan existir, pese a los políticos corruptos, las desigualdades y los desastres naturales, los mexicanos demostramos que sabemos unirnos en comunidad, ayudarnos y apoyarnos.
Porque somos un país libre que está muy por encima de lo malo, y que siempre saldrá adelante. Porque día a día, con cada acción en beneficio de los demás, con nuestro trabajo, con nuestra actitud, demostramos que somos más los buenos.
Hola, soy Fernanda Familiar, Fer para ti.
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