Uno tiende a “Emparejarse” para bien o para mal

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El asunto de la pareja nos trae siempre de cabeza y bien sabemos que mucho se ha dicho sobre este tema. Yo quisiera tocar hoy el tema de la pareja “pareja” y de la tendencia a “emparejarse” para bien y para mal.

Primero que nada creo que es importante buscar a una pareja similar a uno, pareja. Esto es, con el mismo nivel de estudios, con las mismas formas de vida, tendencias familiares y el mismo “itinerario” de viaje. Es increíble encontrar parejas que se casaron sin tener un plan en común, bueno, sin siquiera un “plan”, el que sea (hijos, trabajo, lugar de residencia, roles, etc.).  Siempre se dice que los opuestos se atraen y eso puede ser muy emocionante pero no sé si da para una relación a largo plazo.

Mi paciente Jimena está cursando su doctorado, tiene un trabajo intelectual al cual dedica mucho tiempo, es independiente, vive sola, y es muy feliz con su forma de vida, no quiere dejarla. Sin embargo siempre suele salir con hombres que tienen trabajos más mecánicos, que requieren más de destreza que de pensamiento, hombres que valoran los roles tradicionales y prefieren que la mujer permanezca en casa con los hijos. Obvio esta discordancia tiene que ver con lo que vivió de chica en su casa, y que ahora está repitiendo. Esas parejas nunca le funcionan y ella necesita buscar una pareja más “pareja”.

Uno debe buscar a alguien “como uno mismo es”. Una maestra mía muy querida contaba que su tía decía que luego uno se casa con alguien “que ni es de la familia”. Y es cierto, si la familia nos resulta difícil aún teniendo la misma crianza imagínense alguien opuesto a nosotros.

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Claro, la otra pregunta es: ¿quiero estar con alguien que sea como yo? Si la responden en negativo sí tienen que mirarse al espejo y pensar “en qué puedo mejorar”.  Mi amigo Francisco se levanta a medio día, gana tres pesos vendiendo artículos promocionales de vez en vez, fuma como chacuaco, tiene panza de pulquero, vive con su mamá y no va al dentista como desde hace 15 años. Obvio no quiere a una pareja como él ¡claro que no! Quiere a una princesita, con cuerpazo, chambeadora, que sea “delicada” y cocine riquísimo.

El tema del “emparejamiento” es otro. Una vez formada la pareja uno tiende a emparejarse, para bien o para mal. Raúl tiene un problema de alcoholismo que no desea admitir. Tampoco su esposa Julieta quiere enfrentarse a este gran problema del padre de sus tres hijos. Para “taparlo” ella se ha puesto a beber también. Los dos salen a comer o cenar, a fiestas con los amigos, o hasta se abren su botellita de vino solos en casa. El chiste es que a cada ratito están “jarras” Más Julieta porque ella no tenía el “expertice” de Raúl (como dice de broma mi amiga Pilar, el alcoholismo es un apostolado: requiere conocimiento, experiencia, etcétera). Como siempre están briagos LOS DOS, no destaca el verdadero problema de Raúl. Muchas veces, en este tipo de patologías, termina siendo la pareja, la que “se emparejó”, aquella que solicita tratamiento, y no el “originario”.

Esto pasa con muchos temas. Por ejemplo Roberto quiso tapar el problema de celotipia (celos y necesidad de control  de la pareja intensos y disfuncionales) de su pareja, comportándose igual de controlador y celoso que ella. Imagínense el horror de pareja que fueron construyendo.

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Uno se “empareja” con muchas cosas: con la depresión, con la obesidad, con el sedentarismo, con el fracaso, con la impulsividad, con la violencia… uff, parece a veces que es más fácil emparejarse hacia lo malo que hacia lo bueno.

Uno se debe emparejar para lo bueno (salud, trabajo, estudio, etc.) o dejar “en vivo” y sin tapar  el problema de la pareja para que pueda buscar la solución, si no es así la pareja tendrá una escalada del conflicto hasta que este explote.

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Psicoanalista y psicoterapeuta de adolescentes y adultos. Docente de posgrado y ex coordinadora del Doctorado de la Asociación Psicoanalí­tica Mexicana, por su interés en la investigación en temas relacionados al psicoanálisis. Autora de diversos escritos tanto académicos como de divulgación y dos libros: 'Mitos del Diván' y 'La compulsión de repetición: La transferencia como derivado de la pulsión de muerte en la obra de Freud.'

Coautora del libro "Misión imposible: cómo comunicarse con los adolescentes" junto con Martha Páramo Riestra de Editorial Grijalbo 2015