Mi mamá me dijo: “Ahora que estás creciendo y la gente te conoce, no debes ir caminando. Debes ir en carro o en autobús para estar más segura”, recuerda Malala.
Aquella tarde, Malala sale de la escuela como cualquier otro día.
El camino a su casa es corto y se puede hacer a pie, pasando un descampado, donde los niños suelen jugar al criquet, y luego bordeando la rivera del río.
Pero la advertencia de su mamá sigue en su cabeza y decide tomar el autobús.
Sentada junto a su amiga Moniba, Malala conversa animadamente sobre los exámenes que han hecho durante la semana y sobre los que aún faltan por realizar.
Pero algo llama la atención de Malala… La carretera, aquel 9 de octubre de 2012, parece desierta.
No habían recorrido más de 90 metros desde la escuela, cuando dos hombres paran el autobús, suben y preguntan quién es Malala. Moniba piensa que son estudiantes universitarios o periodistas que desean entrevistar a su amiga.
Desde que Malala se presentó en un programa de televisión nacional, hablando sobre el derecho de las mujeres a la educación, su vida y nombre se volvieron públicos.
Ya tenía tiempo escribiendo un blog anónimo para el Servicio Urdu de la BBC, narrando sus miedos y esperanzas de poder continuar en la escuela. Pero aquella tarde, Malala ya era una niña reconocida por muchas personas, debido a sus valientes declaraciones.
Moniba cambia su percepción del par de hombres que subieron al autobús, cuando la mirada de Malala refleja un profundo temor.
Shazia y Kainat, las niñas que estaban sentadas a un lado de Malala, también se estremecen cuando comienzan los disparos.
“Escuché los disparos y luego vi mucha sangre en la cabeza de Malala. Cuando vi toda esa sangre sobre ella, me desmayé.”, recuerda Kainat.
Malala recibe un disparo en la cabeza… Los gritos, el miedo y la confusión hacen que los minutos parezcan horas…
A los 15 años, Malala conoce las consecuencias de enfrentarse a los talibanes, no con las armas, sino con las ideas.
Por levantar la voz y luchar por el derecho de las mujeres a la educación en Pakistán, Malala es transportada en helicóptero desde el Valle de Swat a un hospital militar en Peshawar. En el trayecto, su papá, Ziauddin Yousafzai, piensa que su hija no logrará sobrevivir.
Después de varias semanas en cuidados intensivos, Malala consigue sobrevivir, despertando de un coma inducido, en Birmingham, Inglaterra.
Malala tuvo una serie de operaciones para restituir su capacidad auditiva en uno de los oídos y para reconectar un nervio facial que le devolviese el movimiento a parte del rostro. En contra de todos los pronósticos, su recuperación fue asombrosa.
Y pese a lo que muchos pensaron, no dejó de hablar sobre la necesidad de entablar un diálogo con los extremistas como el único camino para alcanzar la paz.
Malala celebró su cumpleaños 16 con un discurso frente a una asamblea de jóvenes en la sede central de las Naciones Unidas, en Nueva York. En esa ocasión dijo: “Un niño, un maestro, un libro, un lápiz pueden cambiar el mundo”.
La niña del Valle de Swat se convirtió en un fenómeno global. En 2014, Malala volvió a ocupar los titulares de todos los medios informativos en el mundo, cuando obtuvo el Premio Nobel de la Paz.
La voz de una niña que trató de silenciar el Talibán se amplificó a nivel internacional. Y precisamente sobre esto, Malala dijo: “Creo que los talibanes deben estar arrepentidos por haberme disparado, porque ahora me escuchan en cada rincón del mundo.”
Bajo el seudónimo de Gul Makai, Malala escribió: “Cuando hacemos fila en el patio por la mañana nos han dicho que no llevemos ropa de colores, porque podría molestar a los talibanes.” Cuenta que iba al colegio con ropa de calle para que el uniforme no delatara que era estudiante.
El contexto de Malala se ubica en el Valle del Swat, que hasta hace algunos años era uno de los destinos turísticos favoritos de los paquistaníes, por sus espectaculares paisajes. Pero todo cambió bajo el control de los radicales islamitas, dirigidos por Fazlullah.
Fue entonces cuando se prohibió la música, se organizaron tribunales y los islamitas impusieron su ley, ejecutando a quien no la respetara. Y finalmente, cerraron todas las escuelas femeninas.
Ese día en que cerraron los colegios, Malala escribió: “Como hoy ha sido nuestro último día de clase, hemos decidido jugar un poco más en el patio. En mi opinión, la escuela volverá a abrir un día, pero cuando me iba he mirado al edificio como si no fuera a regresar nunca.”
Malala apareció por primera vez, con su verdadera identidad en el panorama público, cuando el Ejército recuperó de nuevo el control del Valle de Swat a mediados de 2009. Entonces, el Gobierno la condecoró por su valor y recibió varios premios infantiles internacionales.
Malala es un personaje que se ha convertido en un símbolo del valor y la justicia. Su principal misión es luchar por el derecho a la educación de todas las niñas y considera que la herramienta más útil es un lápiz.
En esto radica la importancia de reconocer que la educación no sólo es sobre matemáticas o lengua, sino, como dice Malala, se trata de una herramienta para cambiar nuestras vidas y el mundo.
La historia de Malala debería generar una reflexión en aquellos niños que poseen una vida privilegiada y no les gusta ir al colegio. La historia de Malala es la historia de una niña que casi pierde la vida por ese derecho a la educación.
En estos tiempos donde un cantante envuelto en escándalos es tendencia en twitter, o cuando un actor que se la pasa publicando comentarios superfluos y vacíos en las redes sociales, saber que también existe una Malala que habla sobre los derechos de los niños para recibir educación obligatoria y gratuita, es saber que la humanidad no está perdida.
Malala publicó su primer comentario en twitter este viernes pasado y ya cuenta con más de 700 mil seguidores. Esta necesidad de tener héroes a quiénes admirar es una necesidad de las sociedades por constatar que hay esperanza y fe en el destino del mundo.
Y ojalá que las redes sociales se colmaran de más Malalas que sean ejemplo y orgullo para las nuevas generaciones, para las naciones que están en crisis, para los gobiernos en guerras, para nosotros que deseamos cambiar nuestra sociedad.
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